sábado, 2 de abril de 2011

Crónica de una Victoria


Son las diez de la mañana y la tensión es grande en la Sala de Consejo Técnico. Las miradas de confianza que los Consejeros previamente puestos de acuerdo se dirigen no alcanzan a tranquilizar a los más nerviosos. Es claro que el Cambio Paradigmático se impondrá como el primer y principal punto del orden del día; los últimos miembros toman asiento en medio de un silencio inasible y arranca la sesión.
Se procede a leer la correspondencia: Por un lado, los estudiantes progresistas dirigen una carta al Consejo declarando su apoyo irrestricto al Dr. Berenzon. Entendiendo a la perfección la estrategia de Boris, declaran que su única demanda del semestre pasado era tener clases y que, en vista de que ya las tienen, no permitirán que el profesor sufra un innecesario acoso. Por el otro, se leen palabras de nuestro apóstol paradigmático, un documento que sin duda será atesorada en el Museo de la Revolución Boris Berenzon, monumento que no podremos sino ordenar a nuestros adjuntos que erijan cuando la Revolución Paradigmática esté consolidada. Asesorado por las más brillantes mentes políticas de la Facultad, que con alegría constatamos se suman irrestrictamente al cambio paradigmático, el Dr. Berenzon dirige al Consejo Técnico seis cuartillas de Mea culpa. Se reconoce culpable de haber abandonado su grupo durante el semestre precedente, acepta su responsabilidad en lo que la reacción sostiene acarrea problemas de formación de sus estudiantes (nosotros sabemos que es la mejor de las lecciones), confiesa haber alterado fraudulentamente las actas de asistencia para hacer figurar su firma en ellas. Afirma, con compungida táctica, que todo cambiará a partir de ahora y que aceptará la sanción que el Consejo se sirva imponerle.
Velozmente, las trincheras se organizan. De un lado, la Vanguardia Revolucionaria, congruente hasta el último aliento, exige que el Consejo Técnico no emita ningún tipo de sanción administrativa contra el apóstol paradigmático. Se organizan, estratégicamente, en torno a una propuesta distinta: escribirle una “carta dura”. En el medio, el Progresismo Pragmático, que está dispuesto a soltar algo de lastre para evitar que el barco se hunda. Presididos por la Directora, cuya posición se vio comprometida al ser acusada por la reacción de escudar a su pupilo y amigo Boris, exigen que se emita en contra del profesor la mínima sanción administrativa: el extrañamiento. Por último, en franca minoría, la Reacción Pura, representada por (¡faltaba más!) Consejeros Estudiantiles. La reacción, evidentemente sectaria, se divide en dos tribus: la corriente Conservadora Leguleya, que exige nada menos que la aplicación a rajatabla de la Legislación (“los Consejeros hemos jurado respetar y hacer respetar la Legislación Universitaria”); y la tendencia Neoliberal Fascista, que propone soluciones autoritarias estructurales como modificar el sistema de control de asistencia para convertir a la Facultad en una fábrica.
            En un santiamén las fuerzas del progreso consiguen reducir el rango de posibilidades a sus propuestas: extrañamiento o carta. Los sicarios de la reacción, rebasados por el amplio consenso en contra de sus iniciativas, renuncian a sus demandas y se incorporan al grupo de los Progresistas Pragmáticos, sumando sus voces al extrañamiento. Comienza entonces una de las clásicas discusiones de izquierdas. De un lado, quienes afirman que debe seguirse la deontología política hasta las últimas consecuencias, del otro los que advierten la importancia coyuntural de hacer concesiones estratégicas que permitan moverse en un campo político adverso; de un lado se busca proteger la congruencia de la revolución paradigmática con intransigencia, a riesgo de que la falta de flexibilidad represente peligro; del otro se postula la necesidad de establecer una negociación para acallar a los opositores y ganar tiempo para reposicionarse ventajosamente. El largo debate subsiguiente refleja con claridad las tensiones existentes en el seno del progresismo de la UNAM, pero, sin duda, hay que reconocer a estas dos corrientes, enfrentadas desde hace siglos, su brillante y solidario frente común en contra de la reacción.
            Impecables oradores se suceden, exponiendo sus argumentos en discursos que hacen palidecer a los pronunciados durante la Segunda y Tercera Internacionales. La Consejera Elisabetta Donatella María Di Castro, representante de los profesores de Filosofía, apela a la larga tradición de la Facultad, “nuestro estilo”, en sus palabras, para oponerse a la emisión de cualquier sanción administrativa. Una segunda Consejera Profesora llena la sala de una mística piedad al reconvenir a un reaccionario leguleyo diciéndole que “quiere crucificar al profesor” al citar a la Legislación Universitaria como fuente de derecho. Una tercera arranca lágrimas de los ojos del más recalcitrante conservador al relatar la forma en que el profesor la había buscado personalmente y se había entrevistado con ella, haciéndole patente la gran angustia que le provocaba la situación por la que atravesaba.
            El control ejercido contra la reacción fue magistral. Una y otra vez los leguleyos y los fascistas fueron acallados por contundentes argumentaciones y estratégicos recursos retóricos. Destaca, por ejemplo, una larga intervención de la Maestra Ofelia Escudero, Secretaria General de nuestra Facultad, en la que hizo un largo listado de los problemas que la institución enfrenta. Entre ellos mencionó las dificultades que la administración tiene para hacer trabajar a sus empleados de mantenimiento, y citó el caso de un trabajador de limpieza que fue descubierto consultando su correo electrónico en una computadora del aula que debía estar limpiando. La indignación del Consejo Técnico fue inenarrable, y aunque no pudo expresarse sino en unas cortas risillas resignadas, los ecos del recuento de esta infamia pesó sobre los Consejeros durante el resto de la sesión. Perdonará el lector la desviación que representa en esta crónica la insistencia sobre el tema, pero ocurre que aún no he sido capaz de reponerme. ¿A quién –pregunto yo motivada por la más profunda indignación – a quién se le ocurre consultar su correo electrónico en horario laboral sin dejar a un adjunto para que haga su trabajo? Es insultante. Espero que en futuras sesiones del Consejo Técnico pueda volver a tratarse el caso para disponer que el empleado pida disculpas públicamente y regrese el salario que injustamente se le pagó por limpiar la suciedad de la Facultad.
            Son dignas de narrarse dos de las intervenciones más agudas con que Vanguardia Revolucionaria nos honró. El Dr. Carlos Oliva, en representación de sus colegas de Filosofía, alzó la mano para argumentar en contra del extrañamiento- Su intervención se dio en un momento en que los pragmáticos intentaban equiparar al extrañamiento con la “carta dura” buscando un improbable consenso. Comunicó al pleno que existía una diferencia fundamental entre la carta y la sanción administrativa: de aplicarse la segunda, el apóstol paradigmático perdería algunos derechos universitarios, como ser votado para cargos de representación, y, además, podía tener problemas con el Sistema Nacional de Investigadores (al cual está adscrito en el nivel 2) por descubrirse que había mentido en sus informes y solicitudes al declarar que impartía cursos. Un denso silencio se instauró en la Sala de Consejo tras esta elocuente admonición. En efecto, la Revolución Paradigmática podría sufrir un grave revés si uno de sus máximos exponentes es privado de los estímulos de CONACyT, derecho natural de todos los académicos de la UNAM a recibir un generoso sobresueldo. En otra ocasión, este adusto revolucionario pidió la palabra para advertir severamente al Consejo que sancionar institucionalmente al Dr. Berenzon equivalía a “echar leña al fuego” de la Facultad, pues podría causar que muchas más cartas de protesta contra el ausentismo llegaran al Consejo Técnico ¡Berenzon nos libre!
            Imposible no destacar la forma en que la reacción se desmoronó conforme la sesión se desarrollaba. Un Consejero Estudiantil ensayó una maniobra política de gran complejidad: de pie, declaró que antes se había pronunciado por la expulsión del profesor, pero que había cambiado de parecer y ahora estaba más que dispuesto a aceptar otras propuestas. No confiemos, sin embargo, en la honestidad de las intenciones de estos reaccionarios: el oportunismo está a la orden del día y ante el avance irreductible de las fuerzas progresistas muchos pretenderán renegar de su bandera. Pero no desesperamos, también es de notarse que el progresismo tiene aliados entre los estudiantes, como confirma el inquebrantable silencio, cuando no la oportuna ausencia, de varios representantes de los estudiantes, que dieron con su aparente indiferencia el mejor de los apoyos a las fuerzas revolucionarias. Dentro de esa línea merecen cita aparte las intervenciones apresuradas e ininteligibles de Xavier Aguirre, Consejero Universitario Estudiantil de la Facultad, que esgrimió con tanta torpeza y apresuramiento los argumentos legislativos que es imposible no pensar que en el fondo también desea un trabajo como el de Boris.
            Finalmente, tras cinco horas en las que pragmáticos y revolucionarios agotaron todos sus recursos argumentales, se llegó a la conclusión de que el consenso era inalcanzable. Fue evidente que la discusión, que aparentemente versaba sobre táctica política, manifestaba en realidad que las posiciones partían de axiomas ideológicos irreconciliables. La Vanguardia Revolucionaria, superada en número, se negaba tajantemente a que quedara constancia de que habían traicionado a la Revolución, por lo que fue indispensable alcanzar un compromiso: el Consejo Técnico emitiría un extrañamiento en contra del Dr. Berenzon, pero bajo protesta expresa de los vanguardistas. Se acordó que en el acta figurarían sus nombres y los argumentos con que  defendieron la emisión de una “carta dura” (excepto el que apelaba a la pérdida de puntaje en el SNI, porque “es de los menos importantes”)
            Compañeros de lucha: el 25 de marzo la Revolución Paradigmática obtuvo una victoria absoluta, aplastante e irrefutable. El Consejo Técnico, que pensábamos se tambaleaba en su determinación de conducir con pasos agigantados a nuestra Facultad al futuro, ha demostrado, a pesar de sus diferencias ideológicas, estar integrado por verdaderos camaradas adictos a la causa. No obstante la terca insistencia de los conservadores leguleyos, se ha conseguido ignorar completamente la Legislación Universitaria, que estipula cosas tan absurdas como que es motivo de terminación de relaciones laborales la “Inasistencia del miembro del personal académico a sus labores sin causa justificada, por más de tres veces consecutivas o por más de cinco no consecutivas en un periodo de 30 días”; o que “El profesor que al concluir el año escolar, no haya dado como mínimo de clases el 85%, estará obligado a completarlas, si no ha sido sustituido por un profesor interino. Si omite el cumplimiento de este deber, clausurando su curso sin dar las clases que le falten, será separado de su cargo.”. Se ha conseguido que nuestro apóstol paradigmático reciba únicamente un extrañamiento, es decir, que se archive un papel en que conste que se le llamó la atención. Esto permitiría, en el lejano caso de que el Consejo Técnico vuelva a discutir su situación (ningún mecanismo se fijó para controlar su asistencia de ahora en más) que se desempolve el extrañamiento y que, si es inevitable, se emita con base en este antecedente una segunda sanción. Por ejemplo, otro extrañamiento (¡más documentos históricos para el Museo de la Revolución!). Y, lo mejor de todo, existen instancias que permiten al amonestado apelar la decisión del Consejo, y queda por tanto la posibilidad de que incluso el extrañamiento sea retirado: nuestro apóstol podría argumentar para conseguir esto que la decisión de sancionarlo se tomó con un Consejo dividido. No se le ha solicitado al Dr. Berenzon que devuelva el dinero que, desde una perspectiva neoliberal, cobró injustamente; ni que asuma públicamente su responsabilidad por las “deficiencias de formación” de centenares de estudiantes que recibieron clase de una joven adjunta que asumió la carga docente entera a cambio de un salario mínimo. No se lo ha obligado siquiera a reponer las clases que confiesa no haber impartido sin justificación, ni se le pide que explique oficialmente de qué astucia se valió para alterar sus hojas de asistencia, ni mucho menos se le retira el derecho a contar con un profesor adjunto, indispensable aditamento revolucionario. Ni el acta de la sesión ni el extrañamiento son documentos abiertos, por lo que las posibilidades de que una copia de éstas llegue a las oficinas de CONACyT y, consecuentemente, el derecho natural del profesor a “ser estimulado” sea puesto en tela de juicio, son mínimas. Por último, se ha ganado en tranquilidad: todos los ortodoxos seguidores de nuestro apóstol respiran relajados al ver que la institución los apoya de forma irrestricta.
En suma, regocijémonos. Es de esperarse que en los meses subsiguientes el Consejo Técnico expida una serie de convocatorias para competir por plazas de tiempo incompleto, así como las bases para el Premio a la Docencia “Boris Berenzon”. Preparemos todos, estudiantes, trabajadores, profesores y sobretodo adjuntos, nuestras solicitudes de adjuntos. Pero no bajemos la guardia: la reacción es traicionera y tal vez se sirva de indecibles artimañas para retrasar el Cambio Paradigmático. Mantengamos listas las pancartas y el puño en alto, que sepan los conservadores que frente a nuestros gritos de ¡Impunidad! y ¡Boris, tú ausente; pero el PUEBLO PRESENTE! no hay nada que valga. 

Beatriz Bautista Gómez

1 comentario:

  1. Estoy en un grave aprieto: ¿a qué categoría pertenezco: a la de los conservadores leguleyos, o a la de neoliberales fascistas? Tendré que reflexionar profundamente acerca de mi forma particular de ser reaccionario.
    Un par de cosas, sin embargo, me quedan claras. En primer lugar, que no merezco el nombre de universitario; pues es obvio que, pensando como pienso, no puedo ser más que un obstáculo en la marcha triunfal del progreso de esta casa del saber.
    En segundo lugar, no me queda la menor duda de que yo también quiero un trabajo como el de Bóris.
    Profesor: la revolución se ha salvado, una vez más, gracias al espíritu de sacrificio que lo distingue... with a little help from your friends.

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