martes, 26 de abril de 2011

La voz de la reacción (I): ¿Por qué Boris tiene un trabajo como el de Boris?

Me complazco en inaugurar en este blog un espacio dedicado a dar voz a los reaccionarios,  a publicar textos enviados por quienes insisten en criticar el ausentismo docente, resistiéndose obstinadamente al Cambio Paradigmático. Con la apertura de "La voz de la reacción" probamos una vez más al mundo que, para quienes estamos seguros de nuestras posiciones, la discusión no es un riesgo, sino la oportunidad para demostrar la superioridad de nuestros argumentos y conocer las debilidades de nuestros adversarios. ¡Venga, reaccionarios, escriban y envíen lo que gusten, que aquí no se les tiene ningún miedo!

¿Por qué Boris tiene un trabajo como el Boris?

Por: Javier Yankelevich[1]

I
Mi nombre es Javier Yankelevich, estudio Historia en la Facultad de Filosofía y Letras y no estoy ni he estado nunca inscrito en un curso del Dr. Boris Berenzon. No lo conozco personalmente y de no ser por imágenes disponibles en Internet, tampoco podría reconocerlo. He seguido, sin embargo, este caso con mucho interés, tanto desde mi computadora como en la sala de Consejo, puesto que decidí atender la invitación que en este blog se hizo hace algunas semanas. Y si me interesa el asunto no es por un exacerbado deseo de venganza en contra  de un profesor a quien nunca he visto, sino porque, además de que, como a muchos, me indigne lo ocurrido, creo que se trata de una oportunidad inigualable para observar algunos de los problemas estructurales de mi Facultad, de los cuales el ausentismo del Dr. Berenzon es sólo un síntoma.
Celebro, con reservas que expondré en este texto, la ironía de Beatriz Bautista. No puedo dejar de reconocer que sus denuncias han contribuido fuertemente a instaurar el tema dentro de la agenda de la Facultad, lo cual, visto lo extendido del fenómeno tan inmisericordemente criticado, no es poca cosa. Asimismo, por insuficiente que sea la sanción que el Consejo Técnico impuso al Dr. Berenzon, lo cierto es que se trata de algo inédito. Se ha pasado de la completa y sistemática impunidad a, por lo menos, un llamamiento de atención institucional, un muy modesto precedente, pero precedente al fin y al cabo. Y si como parece el Dr. Berenzon ha buscado contactar y entrevistarse con tanta gente para protegerse, es de notarse que, aunque sea por un rato, su cinismo tornó en preocupación y es probable que a partir de ahora ponga más cuidado en el cumplimiento de sus mínimas obligaciones docentes, lo que en última instancia redundará en beneficio de sus alumnos presentes y futuros.
Ahora bien, creo indispensable que contextualicemos y hagamos un intento por analizar lo que está ocurriendo más allá del sarcasmo. De lo contrario, corremos el riesgo de personalizar en el Dr. Berenzon problemas que son estructurales y, en el mejor de los casos, contentarnos con hacer de él un inútil chivo expiatorio. A partir de este punto, muchos cuestionamientos son posibles. Uno nos lleva a preguntarnos en torno a las condiciones que hacen posible que un profesor de carrera de la Máxima Casa de Estudios pueda, durante años, delegar su curso a una adjunta sin que se lo reconvenga. Otro más nos remite a por qué, llevado el caso ante el Consejo Técnico, éste se permite (y no sin larga discusión) dejarlo pasar con sanción mínima, contraviniendo las disposiciones explícitas de la Legislación que lo constituye como Consejo y le otorga autoridad. Un tercer aspecto es, necesariamente, la valoración de la influencia que Internet ha jugado en la denuncia sistemática del proceso, llevando incluso al Consejo Técnico a reconsiderar su decisión original de noviembre de 2010 de ignorar el caso por supuesta falta de evidencia o antecedentes. Vayamos por partes.

II
¿Qué está ocurriendo en una institución en la que un profesor puede sin ningún empacho incumplir sistemáticamente sus más elementales obligaciones? Para abordar esta pregunta hay varios ángulos, el primero que me gustaría señalar es el estudiantado. Porque durante años algunas centenas de estudiantes fueron formados en asignaturas obligatorias (y por cierto de historiografía contemporánea, una materia bastante importante) por una adjunta, durante años esperaron en vano que llegara el profesor y durante años toleraron esta situación en relativo silencio. Considero que la inmovilidad de los estudiantes del Dr. Berenzon tiene varias raíces y que éstas no son necesariamente excluyentes. La primera es el miedo. Yo mismo lo he visto en compañeros que temen protestar contra, por ejemplo, el machismo o las arbitrariedades de algunos docentes, puesto que estiman que serán castigados, verán sus calificaciones reducidas, se meterán en problemas, e inclusive podrían ver comprometida su permanencia en la Facultad. Este miedo, que visto con distancia podría parecer infundado, tiene sus raíces en los precedentes que la institución va sentando ante los casos que efectivamente trascienden. Los pleitos por calificaciones que se prolongan hasta el hartazgo no son escasos, por señalar un ejemplo.
El segundo factor es la apatía. Frente al funcionamiento de la institución a la que pertenecen y con la cual no adquieren un compromiso: es el imperio de una lógica que concibe a la UNAM como una proveedora de servicios cuyos problemas no son incumbencia de sus beneficiarios. Esto a su vez se vincula con una actitud de creciente individualismo, que reniega de las soluciones y deliberaciones colectivas por considerarlas farragosas o infértiles y prefiere sortear los obstáculos individualmente apoyado tan sólo por una red de solidaridad primaria (amigos, parientes). Así, solos y partiendo de recursos disparejos, los estudiantes se suman en forma masiva a las estadísticas de deserción y son incapaces de reaccionar colectivamente siquiera frente a los más acuciantes problemas cotidianos.
No hay que descartar como factor de la parálisis estudiantil la ignorancia de los mecanismos de denuncia y la total (y calculada) indiferencia de la institución frente a la organización y representación estudiantiles. Por citar un ejemplo sintomático, el apoyo que de la Facultad reciben los candidatos a Consejeros Universitarios Estudiantiles (representación frente al máximo cuerpo colegiado de la UNAM) tras postularse para el cargo: tres pliegos de papel bond y unos plumones. De ésta y otras maneras la institución inhibe que los estudiantes formen bases, ejerzan efectivamente su representación y, por supuesto, que se organicen de forma paralela a la institucionalidad y la desafíen desde espacios que no responden a sus reglas. Se trata de una de las grandes lecciones de la huelga de 1999, en que todas las autoridades institucionales fueron desconocidas en cuestión de horas por multitudinarias asambleas predominantemente estudiantiles.
También es cierto que muchos estudiantes justifican su inacción al señalar que nada cambia, que la inversión en tiempo y esfuerzo por modificar las cosas es inútil frente a las inercias institucionales. El caso del Dr. Berenzon, hasta hace unas semanas, bien podría ser citado como un referente perfecto para quienes sostienen esta posición. Los estudiantes escriben por propia iniciativa al Consejo Técnico para pedir que el profesor imparta clases y el cuerpo desestima y archiva la denuncia aduciendo falta de evidencia. ¿Para qué invertir tiempo y meterse en líos si al final no pasa nada?
Por último, tal vez uno de los aspectos más invisibles y preocupantes, la patente indiferencia, de parte de los estudiantes que eligieron al Dr. Berenzon, por su formación profesional. Es claro que la fama del profesor (pocas clases, buenas notas) atrae a un perfil específico de alumnos, y no precisamente a los que se toman más en serio su preparación. Quedan atrapados en ese salón los que están forzados a elegirlo por el horario, pero no podemos dejar de cuestionarnos acerca de qué está pasando con todos esos estudiantes que prefieren seguir el ejemplo del profesor y aprobar haciendo poco, pues ellos son los primeros en encubrirlo. Habiendo otros cuatro profesores con los cuales inscribir la asignatura que por lo menos dan su clase, ¿por qué elegir al profesor Berenzon?, ¿tan pobremente valoran algunos estudiantes los conocimientos que esa asignatura debe proporcionarles? A título de hipótesis aventuro que tal vez la respuesta pueda encontrarse si observamos las escasas perspectivas laborales de quien termina una licenciatura en historia: dominar o no las discusiones de la historiografía contemporánea no parece hacer ninguna diferencia cuando de conseguir un trabajo se trata.

III
Para continuar respondiendo a la pregunta original, qué hace posible que haya casos como el del Dr. Berenzon, debemos también volver nuestra mirada hacia los profesores. Desde los que experimentan el mismo desinterés por lo colectivo y prefieren invertir en sus trayectorias individuales, no metiéndose con el otro y esperando que éste no se meta con ellos, hasta los que hacen exactamente lo mismo que el Dr. Berenzon y temen que el establecimiento de la cuestión en la agenda de la Facultad los perjudique en forma personal. El cuerpo docente se encuentra fracturado por la misma lógica que imponen los sistemas de estímulos, que proveen a veces más de la mitad de sus ingresos mensuales: cada quien atiende su propio puntaje, todos compitiendo contra todos. El SNI de CONACyT y su réplica en la UNAM (PRIDE) premian la productividad y atomizan a los académicos, que ven perspectivas mucho más claras de aumentar su salario, conseguir apoyo para sus investigaciones y acrecentar su prestigio en programas de estímulos que, por ejemplo, en la organización gremial, la participación política o la creación de proyectos alternativos. A mediano plazo esto tiene, incluso para los más exitosos académicos, una serie de efectos perversos, el más obvio es que no pueden jubilarse (la lucha por las pensiones ha sido siempre colectiva…), pues implicaría perder de golpe hasta tres cuartas partes de sus ingresos. Por tanto mueren dando clases o en los exámenes profesionales de sus estudiantes. Y esto no sólo es criticable por la indignación que naturalmente nos produce ver a profesores de noventa años esforzándose por impartir cursos, sino que también ocasiona un marcado envejecimiento de la planta docente y retrasa por décadas la renovación generacional.
Pero también muchos de los profesores experimentan la sensación de ser impotentes frente a la institución. Aunque las normas de la misma sean claras en temas como el ausentismo, las reglas implícitas y efectivas se imponen casi invariablemente. Los amigos se ayudan entre sí, los académicos tienen compromisos con sus maestros y colegas, los políticos intercambian favores, los profesores promueven y comprometen a sus estudiantes predilectos reproduciendo los esquemas con los que a ellos se los promovió en algún momento. Y tanto la modificación de las inercias institucionales como del marco jurídico universitario son tareas colosales. Para cambiarle una coma al Estatuto Universitario es necesario que dos terceras partes del Consejo Universitario presente una propuesta. Más de una tercera parte de éste se compone de los Directores, que han sido elegidos por la Junta de Gobierno y el Rector, éste último también elegido por la mencionada Junta, que, por cierto, se renueva con una lentitud apabullante. El triángulo administrativo (Junta de gobierno, Rector, Consejo Universitario) está diseñado para producir estabilidad y transiciones suaves en las reglas y los cuadros administrativos. Y no se hable de la Ley Orgánica de la UNAM, andamiaje jurídico que estructura el gobierno de la Universidad y que emana del Congreso de la Unión, por lo que sólo por éste puede ser modificada. Por otra parte, luchar contra las reglas implícitas requiere valentía y mucha habilidad, puesto que todas estas inercias reportan ventajas a los grupos que hacen la política de la Universidad. Son normas, por ejemplo, que eximen al Dr. Berenzon (¡y a muchos más!) de dar clases. Que les permiten entera flexibilidad en su vida profesional, hacer lo que quieran con su tiempo (investigación, política, cultivar su imagen, viajar por el mundo) y tener siempre un sueldo asegurado. Los trabajos como el del Dr. Berenzon, y esto por obvias razones, realmente son muy codiciados, y es apenas natural que su repartición sea objeto de indecibles pugnas entre los grupos políticos de la Universidad. Por otra parte, ¿Quién va a ser el profesor que exija, por ejemplo, que se le tome lista y se le obligue a colegiarse con sus colegas?
Antes de pasar al siguiente rubro, cabe también hacer mención a algo que Beatriz y sus irónicas diatribas están pasando peligrosa y sistemáticamente por alto. Un profesor presente no equivale a un buen profesor, y si centramos nuestra crítica únicamente sobre el ausentismo olvidaremos que se trata apenas de uno de los ángulos, si bien el más obvio y uno de los más estigmatizados, del problema con los maestros de la Facultad. No sólo es cuestión de ir a pararse frente a los estudiantes ocho horas por semana: es necesario preparar la clase, actualizar de forma permanente la bibliografía, diseñar estrategias didácticas adecuadas a los objetivos de cada curso, realizar un trabajo colegiado con otros profesores (mínimamente con los que imparten la misma materia), revisar y criticar constructivamente los trabajos de los estudiantes, evaluarlos con justicia y orientarlos en sus primeras elecciones profesionales. Ser docente universitario es tener a tu cargo la formación de los futuros profesionistas, ser responsable del devenir de la disciplina que cultivas. Es mucho más que cumplir con un horario. Y este trabajo enorme y fundamental está fuertemente desvalorado, en términos de prestigio y estímulos económicos, frente a la investigación. Mucha más fama y dinero puede ganarse investigando que formando investigadores, de ahí tanto las caras largas de los investigadores de los institutos cuando son obligados por la Universidad a impartir clases en las facultades como las protestas de quienes optan por tomarse la docencia en serio.

IV
Finalmente, revisemos el ángulo de la administración universitaria. Por qué la estructura institucional no impide al Dr. Boris Berenzon seguir cobrando sin dar clase ni lo sanciona de acuerdo a sus propias reglas. Las estructuras administrativas tienen varios niveles, pero en buena medida las integran personas que han llegado al cargo gracias a compromisos políticos con otros ámbitos de administración universitaria. Los directores, nombrados por la Junta de Gobierno; todos los cuadros administrativos de las dependencias, nombrados por sus respectivos directores. Los Consejeros Profesores, enfrentados con una comunidad mayormente desinteresada e indiferente, usualmente son electos por minorías de amigos que valoran la política y condicionan las decisiones del Consejero gracias a sus vínculos personales con él: romper las reglas les resultaría muy costoso en más de un sentido.
Por otra parte, la institución no cuenta con herramientas eficaces para evitar fenómenos como el ausentismo docente. La relación que tiene con los profesores está basada en la confianza y se presta a los más grotescos abusos. Las iniciativas para establecer mecanismos que permitan un mínimo de coordinación o control topan sistemáticamente con la oposición de los que, apelando a lugares comunes políticamente correctos como la libertad, se niegan a someterse a ningún tipo de observación. Ésta fue la suerte que corrió la propuesta de evaluación docente, y el compromiso final, tras incontables discusiones sobre la libertad de cátedra, es que la evaluación no sólo es confidencial (“para que el profesor se autoevalúe”) sino también opcional. Es esto lo que permite a los profesores dar cualquier tipo de contenidos (correspondientes o no con el programa o incluso al nombre de la materia), llegar a la hora que decidan o incluso no presentarse en sus propios salones. Es indudable que la libertad de cátedra es un principio fundamental de la práctica académica, pero ésta presupone una serie de acuerdos mínimos, como que el maestro cumplirá su carga docente. En otras instituciones, como la UAM, la evaluación de los estudiantes es obligatoria tanto para alumnos como para maestros, y tiene un peso real en la vida profesional del profesor, pues su beca de docencia depende en buena medida de ella. Existen multitud de mecanismos para evitar abusos por parte de los estudiantes, y de ningún modo vulnera el proceso de evaluación la libertad de cátedra del profesor: éste es libre de expresar sus posicionamientos políticos, escoger los métodos para enseñar los contenidos y seleccionar parte de su temario; pero no es libre de dejarle su curso a un adjunto. En la misma línea de los mecanismos que brillan por su ausencia, es de notarse el limitado poder de los coordinadores para sancionar (paradójicamente complementado con su amplio margen para distribuir premios). Los coordinadores no cuentan con herramientas jurídicas para obligar a un profesor a impartir clases. Pueden convocarlo, pedirle que cumpla, levantarle actas si falta (a riesgo de ser acusados de cazadores de brujas), pero frente al profesor suficientemente seguro de su posición como para ignorar estas medidas, son impotentes. Cabe agregar que la prosecución de estos caminos terminan por atraerle enemigos al coordinador, y no es un asunto menor para quien quiere desarrollar una carrera en la administración universitaria: no olvidemos que en la UNAM sólo puede accederse al poder por nombramiento.
En lo que respecta a los Consejeros Estudiantes, si bien menos comprometidos políticamente puesto que usualmente no se deben a grupos establecidos sino, en el mejor de los casos, a un pequeño número de anónimos votantes, tropiezan con cantidad de dificultades. Está la autoridad de sus maestros y la dificultad jerárquica de discutir con ellos. Está también la apatía de la gran mayoría de sus compañeros por la política institucional (es frecuente que consejeros accedan al cargo por ser la única fórmula que se presenta a las elecciones…), lo cual les impide apoyarse en una base amplia para reforzar sus posiciones. También es importante reconocer que son gente muy joven y con frecuencia enfrentan su primera experiencia política. Esto hace que su voz pese mucho menos, puesto que la política no es una habilidad natural del ciudadano, sino que se lleva a la práctica mediante el ejercicio de técnicas específicas. Técnicas para discutir, acordar, negociar, legitimar, disuadir, persuadir, desacreditar a otros, gestionar, etc. Así, no bastan buenas intenciones y propuestas: hay que saber moverse; y esto siempre dentro de los límites que la institución ha fijado para la actuación de sus cuerpos administrativos.

V
Creo que las observaciones anteriores ayudan a contextualizar el caso del Dr. Berenzon y contribuyen a entenderlo un poco mejor. No se trata de un excepcional profesor ausentista que por cuestiones casuales no había sido sancionado, ni la suavidad con la que hoy se lo hace es producto de la coyuntural conformación del Consejo Técnico. Para tener “un trabajo como el de Boris” hay que, como él, estar inserto en una extensa red de complicidad. Hay que tener muchos amigos, y éstos deben estar estratégicamente colocados en distintos niveles de administración para bloquear todo procedimiento institucional en tu contra. Hay, además, que dar clases a estudiantes apáticos, atomizados e indiferentes para con la calidad de su formación profesional, de preferencia en una licenciatura con difíciles perspectivas laborales. Es indispensable trabajar en una institución reacia a cualquier tipo de vulneración de los privilegios de sus docentes: donde no se tome lista, no se requiera el cumplimiento de un programa, no se fomente el trabajo colegiado, la evaluación sea opcional y confidencial; y además cuya estructura jurídica anule cualquier posibilidad de cambios rápidos a los que sea difícil adaptarse. También es fundamental no ser el único con un trabajo así: mientras más académicos aprovechen estas condiciones para no dar clases (o acosar a sus alumnos, o defraudar a organismos de financiamiento a la investigación, o viajar por el mundo de congreso en congreso), más resistencias habrá a transformarlas. Por supuesto, también hace falta que los profesores que podrían indignarse y protestar estén solos, fragmentados, preocupados por la prosecución de sus competitivas trayectorias académicas y totalmente fuera de los espacios de poder; que la política estudiantil institucional esté desacreditada y a cargo de unos pocos inexpertos, y que la que ocurre fuera de los espacios oficiales sea minoritaria, sectaria, esporádica y rara vez incorpore temas como la crítica al ausentismo docente a sus luchas. Es necesario concluir que, aunque pueda parecer un fenómeno bastante extendido, conseguir un trabajo como el del Dr. Berenzon no es nada fácil, no se puede tener en cualquier lugar y no está al alcance de todos.

VI
Qué ocurre con Internet y las redes sociales, tan de moda ahora por el rol que están jugando en los recientes levantamientos en países árabes. Es indudable que tienen capacidad para dar poder a cualquiera que tenga acceso a ellas: desde la comodidad de su casa, una persona, anónimamente si lo desea, puede difundir información instantánea e internacionalmente, convocar a una acción política o luchar por instaurar una determinada visión sobre un acontecimiento. Si las condiciones están dadas, las cosas pueden prender. Información y una opinión sobre ella se extienden, mucha gente se entera, eventualmente miles concurren a informarse a los espacios virtuales, una corriente de opinión y condena moral se genera y algo de presión efectivamente es ejercida al desafiarse la legitimidad de formas y actores oficiales criticados desde espacios fuera de su control. Eventualmente, si las condiciones continúan siendo favorables, se puede convocar a la acción desde Internet, organizar y movilizar gente indignada a favor de una causa, conseguir cambios. Todo esto está muy bien, pero conlleva una serie de riesgos.
El primero es que el carácter de público y accesible que tiene todo lo publicado en Internet abre la puerta para usos políticos no necesariamente contemplados por los blogueros. No comparto la interpretación de algunos comentaristas de este blog o de su equivalente en Facebook en torno a que la denuncia de Beatriz tenga intenciones de incidir en el proceso de la reforma al Estatuto del Personal Académico. La crítica al profesor y al Consejo Técnico es tan descarnadamente directa que no me cabe ninguna duda de que son los blancos prioritarios. Sin embargo, retomando la línea anterior, sin duda es plausible que quienes están negociando la reforma al EPA utilicen esto como un argumento más para apoyar la flexibilización laboral que intentan implantar, arguyendo que este caso es un supuesto ejemplo de la perversión de las reglas actuales. Ignoro por supuesto cuál sea la posición de los animadores de este espacio sobre el proceso o si tengan una, pero ciertamente la forma en que han realizado la denuncia permite usos políticos distintos a sus intenciones.
En segundo término, puesto que Internet está (en principio al menos) abierto para todos, se presta para abusos. Yo sé que el Dr. Berenzon es un docente ausentista, me consta por testimonios de mis compañeros desde que entré a la Facultad hace cinco años. Podemos criticar o no el corrosivo estilo así como los canales por los que la denuncia se efectúa, pero parece haber consenso en torno a su legitimidad. Ahora bien, en lo que respecta a lo que Otilia Florescano publica, las cosas son más delicadas. No tengo elementos suficientes para saber si el Dr. Berenzon hizo lo que ella le atribuye, que es extremadamente grave. Espero sinceramente que todos los lectores de esa denuncia alberguen algún tipo de reserva en torno al documento, puesto que si sacrificamos nuestra crítica dejándonos llevar por un espíritu de linchamiento, terminaremos aceptando que el Dr. Berenzon come niños, maneja al Cártel del Golfo y mantiene a su mujer cautiva en un sótano desde hace treinta años. Por supuesto, tampoco tengo elementos para desmentir la denuncia, pero me encantaría que Otilia pudiera darnos algo más que seudónimas palabras. Todo puede parecer cierto cuando avanza en la dirección de nuestra indignación, pero es justo ahí cuando hay que ser especialmente críticos con la información que recibimos.
En tercer lugar, aunque en la línea de lo anterior, el gran potencial y también riesgo de Internet es que está mayormente descontrolado. ¿Qué evita que proliferen espacios cibernéticos como este blog, pero conteniendo únicamente calumnias?, hoy se denuncia a un profesor que merece la crítica, pero mañana podría atacarse a un inocente, o incluso a alguien cuyo pecado sea ser políticamente incómodo. Si bien hay una gran injusticia en la forma en que los órganos institucionales han reaccionado frente al caso del Dr. Berenzon, no podemos aceptar que una denuncia por Internet se traduzca mecánicamente en una sanción administrativa: esto podría conducir a arbitrariedades y mayores injusticias. Deseo pensar, y tal vez peque de ingenuidad, que la mayor parte de quienes concurrimos a estos espacios para informarnos sobre la Facultad estamos mínimamente formados en la crítica, y que eso tendrá algún peso en nuestras reacciones frente a potenciales ataques infundados, pero ¿quién lo garantiza?


[1] Estudiante de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, javivankara@gmail.com

lunes, 25 de abril de 2011

Estadísticas (2)

Hoy se vuelve indispensable hacer un reconocimiento a la inmensa comunidad que con sus visitas mantiene vivo este espacio. El progresismo se suma con este blog una victoria irrefutable. A sesenta escasos días de comenzada la pugna por el cambio paradigmático en la Facultad de Filosofía y Letras, http://yoquierountrabajocomoeldeboris.blogspot.com suma 2637 visitantes provenientes de 10 países, y el grupo de Facebook 72 miembros. ¡Enhorabuena!


-Beatriz Bautista

lunes, 18 de abril de 2011

I CERTAMEN LITERARIO “Y CUANDO DESPERTÉ, BORIS SEGUÍA SIN ESTAR AHÍ”


El blog yoquierountrabajocomoeldeboris.blogspot.com
Fundado en 2011
Convoca

I CERTAMEN LITERARIO “Y CUANDO DESPERTÉ, BORIS SEGUÍA SIN ESTAR AHÍ”

BASES

1.- Podrán participar escritores de cualquier origen, nacionalidad o lugar de residencia, exceptuando a los miembros del jurado.
2.- Los concursantes deberán enviar una poesía o cuento breve que explore los temas del Dr. Boris Berenzon y la Revolución Paradigmática en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
3.- Los trabajos tendrán una extensión máxima de cinco cuartillas, tamaño carta, mecanografiada a doble espacio por una sola cara, en tipo de letra arial 12.
4.- Los trabajos presentados tienen que ser originales, inéditos y en lengua española. No podrán participar en otro concurso simultáneamente.
5.- Los trabajos serán enviados a luna.gris.2000@gmail.com, firmados bajo seudónimo.
6.- El certamen quedará abierto a partir de la publicación de la presente convocatoria y se cerrará el 30 de junio de 2011. No se concederán prórrogas.
7.- El jurado calificador estará integrado por personalidades de reconocido prestigio cuya identidad de mantendrá en secreto hasta que la Revolución Paradigmática esté consolidada. El fallo del jurado será inapelable y se anunciará durante la primera quincena de julio del 2011.
8.- El premio consistirá en la publicación seudónima del trabajo en yoquierountrabajocomoeldeboris.blogspot.com y en una comida con el Dr. Berenzon a la cual él por supuesto no se presentará.
9.- El jurado se reservará el derecho de descalificar cualquier trabajo que incumpla las bases mencionadas. Igualmente resolverá casos no considerados en esta convocatoria.
10.- Si a juicio del jurado ninguno de los trabajos reúne la calidad literaria suficiente, el premio podrá ser declarado desierto. De igual forma, el jurado entregará tantas Menciones Honoríficas como los escritos lo ameriten, publicando también las obras así destacadas.

lunes, 4 de abril de 2011

¡Basta de tolerancia!

Con ocasión de las acciones conducentes a impedir que los comerciantes ambulantes que estaban establecidos en las afueras de la Facultad pusieran sus puestos, el Dr. Berenzon, junto con un grupo de progresistas profesores, envió al correo ilustrado de La Jornada una corta misiva en que quedaron consignadas las siguientes e inspiradoras palabras:

“La tolerancia como el valor supremo e ideal de las democracias y sociedades plurales implica aceptar, como lo ha dicho nuestro profesor emérito Adolfo Sánchez Vázquez, que todo tiene límites, incluso la tolerancia; que ninguna democracia sana puede mantenerse en los niveles 'yo hago lo que me da la gana' y 'esto debería estar prohibido'. Recuperando los espacios de nuestra facultad para sus funciones esenciales, que son enseñanza, investigación, divulgación del saber humanístico, resulta una vuelta esencial a nuestro quehacer de comunidad académica; hoy incluso que la permanencia de nuestras disciplinas en el campo educativo nacional está siendo duramente cuestionada por sectores verdaderamente conservadores. Todos sabemos que hay acciones cuya tolerancia sería una degradación. Y que hay otras que perseguirlas convertiría a la sociedad en algo asfixiante, pues desembocarían en un régimen represivo y dictatorial.” (http://www.jornada.unam.mx/2009/06/06/index.php?section=correo)

Sumemos nuestras voces a la de Boris, adaptando sus irrefutables argumentos a la coyuntura presente. ¡Basta de tolerar a la reacción, a esos "sectores verdaderamente conservadores" a los que se alude en el texto! Es el momento de exigir que todos los estudiantes universitarios que osaron pedir clases paguen por su fascista intolerancia. ¡No descansemos hasta ver administrativamente sancionados a todos los que enviaron la carta en noviembre de 2010 solicitando la intervención del Consejo Técnico para obligar a Boris a impartir clases!, ¡Basta de tolerancia!

Sin embargo, eso no es suficiente. Es indispensable dar una contundente lección a los enconados adversarios del progreso humano, a esos eficientistas neoliberales, a todos los que sueñan con ver convertida el Alma Mater de las humanidades mexicanas en una fábrica. No sólo es necesario, sino imperativo, que todos los miembros de la comunidad de la Facultad pasen por un examen de confianza, empezando por aquéllos que imparten sus clases a la vieja usanza: presentes. Todo profesor que no tenga ninguna falta, que no cuente con un adjunto o se esfuerce por formarlo como docente, que haya sido evaluado favorablemente por sus estudiantes y que no cuente en su expediente con sanción alguna debe ser objeto de detallada investigación. ¿Por qué no falta usted? Debe encabezar el largo interrogatorio al que queda ya claro que deben ser sometidos. ¿No está usted al tanto de que trabajar es innecesario?, ¿A poco no quiere usted un trabajo como el de Boris?

-Beatriz Bautista

sábado, 2 de abril de 2011

Crónica de una Victoria


Son las diez de la mañana y la tensión es grande en la Sala de Consejo Técnico. Las miradas de confianza que los Consejeros previamente puestos de acuerdo se dirigen no alcanzan a tranquilizar a los más nerviosos. Es claro que el Cambio Paradigmático se impondrá como el primer y principal punto del orden del día; los últimos miembros toman asiento en medio de un silencio inasible y arranca la sesión.
Se procede a leer la correspondencia: Por un lado, los estudiantes progresistas dirigen una carta al Consejo declarando su apoyo irrestricto al Dr. Berenzon. Entendiendo a la perfección la estrategia de Boris, declaran que su única demanda del semestre pasado era tener clases y que, en vista de que ya las tienen, no permitirán que el profesor sufra un innecesario acoso. Por el otro, se leen palabras de nuestro apóstol paradigmático, un documento que sin duda será atesorada en el Museo de la Revolución Boris Berenzon, monumento que no podremos sino ordenar a nuestros adjuntos que erijan cuando la Revolución Paradigmática esté consolidada. Asesorado por las más brillantes mentes políticas de la Facultad, que con alegría constatamos se suman irrestrictamente al cambio paradigmático, el Dr. Berenzon dirige al Consejo Técnico seis cuartillas de Mea culpa. Se reconoce culpable de haber abandonado su grupo durante el semestre precedente, acepta su responsabilidad en lo que la reacción sostiene acarrea problemas de formación de sus estudiantes (nosotros sabemos que es la mejor de las lecciones), confiesa haber alterado fraudulentamente las actas de asistencia para hacer figurar su firma en ellas. Afirma, con compungida táctica, que todo cambiará a partir de ahora y que aceptará la sanción que el Consejo se sirva imponerle.
Velozmente, las trincheras se organizan. De un lado, la Vanguardia Revolucionaria, congruente hasta el último aliento, exige que el Consejo Técnico no emita ningún tipo de sanción administrativa contra el apóstol paradigmático. Se organizan, estratégicamente, en torno a una propuesta distinta: escribirle una “carta dura”. En el medio, el Progresismo Pragmático, que está dispuesto a soltar algo de lastre para evitar que el barco se hunda. Presididos por la Directora, cuya posición se vio comprometida al ser acusada por la reacción de escudar a su pupilo y amigo Boris, exigen que se emita en contra del profesor la mínima sanción administrativa: el extrañamiento. Por último, en franca minoría, la Reacción Pura, representada por (¡faltaba más!) Consejeros Estudiantiles. La reacción, evidentemente sectaria, se divide en dos tribus: la corriente Conservadora Leguleya, que exige nada menos que la aplicación a rajatabla de la Legislación (“los Consejeros hemos jurado respetar y hacer respetar la Legislación Universitaria”); y la tendencia Neoliberal Fascista, que propone soluciones autoritarias estructurales como modificar el sistema de control de asistencia para convertir a la Facultad en una fábrica.
            En un santiamén las fuerzas del progreso consiguen reducir el rango de posibilidades a sus propuestas: extrañamiento o carta. Los sicarios de la reacción, rebasados por el amplio consenso en contra de sus iniciativas, renuncian a sus demandas y se incorporan al grupo de los Progresistas Pragmáticos, sumando sus voces al extrañamiento. Comienza entonces una de las clásicas discusiones de izquierdas. De un lado, quienes afirman que debe seguirse la deontología política hasta las últimas consecuencias, del otro los que advierten la importancia coyuntural de hacer concesiones estratégicas que permitan moverse en un campo político adverso; de un lado se busca proteger la congruencia de la revolución paradigmática con intransigencia, a riesgo de que la falta de flexibilidad represente peligro; del otro se postula la necesidad de establecer una negociación para acallar a los opositores y ganar tiempo para reposicionarse ventajosamente. El largo debate subsiguiente refleja con claridad las tensiones existentes en el seno del progresismo de la UNAM, pero, sin duda, hay que reconocer a estas dos corrientes, enfrentadas desde hace siglos, su brillante y solidario frente común en contra de la reacción.
            Impecables oradores se suceden, exponiendo sus argumentos en discursos que hacen palidecer a los pronunciados durante la Segunda y Tercera Internacionales. La Consejera Elisabetta Donatella María Di Castro, representante de los profesores de Filosofía, apela a la larga tradición de la Facultad, “nuestro estilo”, en sus palabras, para oponerse a la emisión de cualquier sanción administrativa. Una segunda Consejera Profesora llena la sala de una mística piedad al reconvenir a un reaccionario leguleyo diciéndole que “quiere crucificar al profesor” al citar a la Legislación Universitaria como fuente de derecho. Una tercera arranca lágrimas de los ojos del más recalcitrante conservador al relatar la forma en que el profesor la había buscado personalmente y se había entrevistado con ella, haciéndole patente la gran angustia que le provocaba la situación por la que atravesaba.
            El control ejercido contra la reacción fue magistral. Una y otra vez los leguleyos y los fascistas fueron acallados por contundentes argumentaciones y estratégicos recursos retóricos. Destaca, por ejemplo, una larga intervención de la Maestra Ofelia Escudero, Secretaria General de nuestra Facultad, en la que hizo un largo listado de los problemas que la institución enfrenta. Entre ellos mencionó las dificultades que la administración tiene para hacer trabajar a sus empleados de mantenimiento, y citó el caso de un trabajador de limpieza que fue descubierto consultando su correo electrónico en una computadora del aula que debía estar limpiando. La indignación del Consejo Técnico fue inenarrable, y aunque no pudo expresarse sino en unas cortas risillas resignadas, los ecos del recuento de esta infamia pesó sobre los Consejeros durante el resto de la sesión. Perdonará el lector la desviación que representa en esta crónica la insistencia sobre el tema, pero ocurre que aún no he sido capaz de reponerme. ¿A quién –pregunto yo motivada por la más profunda indignación – a quién se le ocurre consultar su correo electrónico en horario laboral sin dejar a un adjunto para que haga su trabajo? Es insultante. Espero que en futuras sesiones del Consejo Técnico pueda volver a tratarse el caso para disponer que el empleado pida disculpas públicamente y regrese el salario que injustamente se le pagó por limpiar la suciedad de la Facultad.
            Son dignas de narrarse dos de las intervenciones más agudas con que Vanguardia Revolucionaria nos honró. El Dr. Carlos Oliva, en representación de sus colegas de Filosofía, alzó la mano para argumentar en contra del extrañamiento- Su intervención se dio en un momento en que los pragmáticos intentaban equiparar al extrañamiento con la “carta dura” buscando un improbable consenso. Comunicó al pleno que existía una diferencia fundamental entre la carta y la sanción administrativa: de aplicarse la segunda, el apóstol paradigmático perdería algunos derechos universitarios, como ser votado para cargos de representación, y, además, podía tener problemas con el Sistema Nacional de Investigadores (al cual está adscrito en el nivel 2) por descubrirse que había mentido en sus informes y solicitudes al declarar que impartía cursos. Un denso silencio se instauró en la Sala de Consejo tras esta elocuente admonición. En efecto, la Revolución Paradigmática podría sufrir un grave revés si uno de sus máximos exponentes es privado de los estímulos de CONACyT, derecho natural de todos los académicos de la UNAM a recibir un generoso sobresueldo. En otra ocasión, este adusto revolucionario pidió la palabra para advertir severamente al Consejo que sancionar institucionalmente al Dr. Berenzon equivalía a “echar leña al fuego” de la Facultad, pues podría causar que muchas más cartas de protesta contra el ausentismo llegaran al Consejo Técnico ¡Berenzon nos libre!
            Imposible no destacar la forma en que la reacción se desmoronó conforme la sesión se desarrollaba. Un Consejero Estudiantil ensayó una maniobra política de gran complejidad: de pie, declaró que antes se había pronunciado por la expulsión del profesor, pero que había cambiado de parecer y ahora estaba más que dispuesto a aceptar otras propuestas. No confiemos, sin embargo, en la honestidad de las intenciones de estos reaccionarios: el oportunismo está a la orden del día y ante el avance irreductible de las fuerzas progresistas muchos pretenderán renegar de su bandera. Pero no desesperamos, también es de notarse que el progresismo tiene aliados entre los estudiantes, como confirma el inquebrantable silencio, cuando no la oportuna ausencia, de varios representantes de los estudiantes, que dieron con su aparente indiferencia el mejor de los apoyos a las fuerzas revolucionarias. Dentro de esa línea merecen cita aparte las intervenciones apresuradas e ininteligibles de Xavier Aguirre, Consejero Universitario Estudiantil de la Facultad, que esgrimió con tanta torpeza y apresuramiento los argumentos legislativos que es imposible no pensar que en el fondo también desea un trabajo como el de Boris.
            Finalmente, tras cinco horas en las que pragmáticos y revolucionarios agotaron todos sus recursos argumentales, se llegó a la conclusión de que el consenso era inalcanzable. Fue evidente que la discusión, que aparentemente versaba sobre táctica política, manifestaba en realidad que las posiciones partían de axiomas ideológicos irreconciliables. La Vanguardia Revolucionaria, superada en número, se negaba tajantemente a que quedara constancia de que habían traicionado a la Revolución, por lo que fue indispensable alcanzar un compromiso: el Consejo Técnico emitiría un extrañamiento en contra del Dr. Berenzon, pero bajo protesta expresa de los vanguardistas. Se acordó que en el acta figurarían sus nombres y los argumentos con que  defendieron la emisión de una “carta dura” (excepto el que apelaba a la pérdida de puntaje en el SNI, porque “es de los menos importantes”)
            Compañeros de lucha: el 25 de marzo la Revolución Paradigmática obtuvo una victoria absoluta, aplastante e irrefutable. El Consejo Técnico, que pensábamos se tambaleaba en su determinación de conducir con pasos agigantados a nuestra Facultad al futuro, ha demostrado, a pesar de sus diferencias ideológicas, estar integrado por verdaderos camaradas adictos a la causa. No obstante la terca insistencia de los conservadores leguleyos, se ha conseguido ignorar completamente la Legislación Universitaria, que estipula cosas tan absurdas como que es motivo de terminación de relaciones laborales la “Inasistencia del miembro del personal académico a sus labores sin causa justificada, por más de tres veces consecutivas o por más de cinco no consecutivas en un periodo de 30 días”; o que “El profesor que al concluir el año escolar, no haya dado como mínimo de clases el 85%, estará obligado a completarlas, si no ha sido sustituido por un profesor interino. Si omite el cumplimiento de este deber, clausurando su curso sin dar las clases que le falten, será separado de su cargo.”. Se ha conseguido que nuestro apóstol paradigmático reciba únicamente un extrañamiento, es decir, que se archive un papel en que conste que se le llamó la atención. Esto permitiría, en el lejano caso de que el Consejo Técnico vuelva a discutir su situación (ningún mecanismo se fijó para controlar su asistencia de ahora en más) que se desempolve el extrañamiento y que, si es inevitable, se emita con base en este antecedente una segunda sanción. Por ejemplo, otro extrañamiento (¡más documentos históricos para el Museo de la Revolución!). Y, lo mejor de todo, existen instancias que permiten al amonestado apelar la decisión del Consejo, y queda por tanto la posibilidad de que incluso el extrañamiento sea retirado: nuestro apóstol podría argumentar para conseguir esto que la decisión de sancionarlo se tomó con un Consejo dividido. No se le ha solicitado al Dr. Berenzon que devuelva el dinero que, desde una perspectiva neoliberal, cobró injustamente; ni que asuma públicamente su responsabilidad por las “deficiencias de formación” de centenares de estudiantes que recibieron clase de una joven adjunta que asumió la carga docente entera a cambio de un salario mínimo. No se lo ha obligado siquiera a reponer las clases que confiesa no haber impartido sin justificación, ni se le pide que explique oficialmente de qué astucia se valió para alterar sus hojas de asistencia, ni mucho menos se le retira el derecho a contar con un profesor adjunto, indispensable aditamento revolucionario. Ni el acta de la sesión ni el extrañamiento son documentos abiertos, por lo que las posibilidades de que una copia de éstas llegue a las oficinas de CONACyT y, consecuentemente, el derecho natural del profesor a “ser estimulado” sea puesto en tela de juicio, son mínimas. Por último, se ha ganado en tranquilidad: todos los ortodoxos seguidores de nuestro apóstol respiran relajados al ver que la institución los apoya de forma irrestricta.
En suma, regocijémonos. Es de esperarse que en los meses subsiguientes el Consejo Técnico expida una serie de convocatorias para competir por plazas de tiempo incompleto, así como las bases para el Premio a la Docencia “Boris Berenzon”. Preparemos todos, estudiantes, trabajadores, profesores y sobretodo adjuntos, nuestras solicitudes de adjuntos. Pero no bajemos la guardia: la reacción es traicionera y tal vez se sirva de indecibles artimañas para retrasar el Cambio Paradigmático. Mantengamos listas las pancartas y el puño en alto, que sepan los conservadores que frente a nuestros gritos de ¡Impunidad! y ¡Boris, tú ausente; pero el PUEBLO PRESENTE! no hay nada que valga. 

Beatriz Bautista Gómez