jueves, 13 de agosto de 2015

Plagística mexicana contemporánea: seis reflexiones a partir de sus últimas evoluciones (Parte 1)



Hoy se cumplen dos años de la resolución del Consejo Técnico de la Facultad de Filosofía y Letras con la cual dio comienzo la etapa final del proceso de destitución de Boris Berenzon. Dos años ya desde que el revolucionario cambio de paradigmas académicos que en este blog siempre aplaudimos comenzó a sufrir agresiones decididas por parte de fuerzas reaccionarias que exigen clases de los maestros universitarios e investigaciones de los investigadores. Han sido años de avances y retrocesos para la causa revolucionaria. A continuación compartimos seis reflexiones que nos inspiran los acontecimientos de este último periodo, divididas en dos entregas para aligerar su lectura.

1) La Universidad sufrió una pérdida irreparable con la salida del Sr. Boris
 Si algo demuestran los últimos casos de plagio serial que emergieron a la luz pública es que la UNAM, como decíamos hace ya varios años, iba a la vanguardia. Boris, a diferencia de Rodrigo Núñez Arancibia -recientemente despedido de la Universidad Nicolaita por plagiador- no se contentaba con cambiarle el autor a los textos de los que se apropiaba, sino que, como el lector recordará, inauguró desde su tesis de maestría una muy original metodología de collage que no podemos sino reconocer por su valor artesanal. Los fragmentos plagiados establecían un diálogo entre sí que trascendía las convenciones, por ejemplo utilizando dos sistemas de citación en la misma página. 
Fragmento de la página 120 de Historia es inconsciente, versión editada de la tesis de maestría de Boris Berenzon. Nótese como el primer párrafo, plagiado de un artículo publicado en Fractal en 1996, utiliza el sistema de citación Harvard (paréntesis con nombre de autor y año), y el segundo párrafo regresa al sistema APA (notas a pie de página) que venía usando.

Nadie puede ya dudar que el campo académico de la plagística, que es punta de lanza de una revolución paradigmática en el mundo intelectual y cuenta con una sólida red de exponentes a nivel nacional, alcanzó uno de sus niveles más sofisticados durante el tiempo que el Sr. Boris ejerció la docencia y la investigación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Por desgracia, con la incorporación de Boris al equipo de César Duarte, el gobernador de Chihuahua, se demuestra que la pérdida es irreparable para la academia: auguramos al Sr. Boris una prometedora carrera en la administración pública, asegurándole que sus aportes a la plagística nacional no serán olvidados.

Captura de pantalla de http://impactonoticias.com.mx/inicio/generacion-de-empleos-mejor-pagados-en-camargo/

 
2) La deshonestidad académica tiene interés periodístico
En 2013, el equipo de la sección cultural de El Universal jugó un rol clave en el proceso que facilitó el reconocimiento de la obra del Sr. Boris por parte del gran público, con contribuciones menores de La Jornada y Reforma. Hoy, haciendo eco de la creciente sed que la sociedad mexicana tiene de novedades en el campo de las ciencias y las humanidades, los reporteros volvieron a tomar la delantera con su investigación y seguimiento sobre los casos de Rodrigo Christian Núñez Arancibia y Juan Pascual Gay, acompañados muy decididamente por notas de La Jornada (sobre todo de su edición en San Luis) y otros medios. La noticia alcanzó relieve internacional cuando La Tercera, diario chileno, publicó “Confesiones de un plagiador”, un interesante artículo en el que el Sr. Rodrigo, de vuelta en su país de origen, es entrevistado y explica con gran dramatismo “Yo sabía que iba a chocar como un tren contra una pared”. Es de esperarse que esta tendencia periodística prosiga y pronto podamos ver en las secciones dedicadas a la farándula encabezados del tipo “¿Un look original?” y “Les presento a mis últimos clones”.

3) La represión aumenta, pero también la decisión de quienes apoyan el cambio paradigmático
El Colegio de San Luis y la Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo removieron de sus plazas a Pascual Gay y a Núñez Arancibia, respectivamente, tras procesar internamente las denuncias y evidencias públicas de plagio en su contra. Por su parte, el Sistema Nacional de Investigadores resolvió separarlos de su padrón. En esto siguen el ejemplo retrógrado que dio la Facultad de Filosofía y Letras con Boris en 2013, pero adicionan varios elementos novedosos que no pueden sino preocuparnos a los promotores del cambio paradigmático en la academia. El primero es un modesto aumento en velocidad. Como el lector recordará, las primeras denuncias de plagio contra el Sr. Boris fueron efectuadas en 2004 ante el Consejo Técnico de la Facultad y en 2005  ante rectoría -ninguna procedió- pero no fue sino hasta el 1 abril de 2013 que Juan Manuel Aurrecoechea –otro plagiado- hizo pública su protesta acompañándola de cotejos. Entre ese momento y la destitución de Boris –ratificada por el Consejo Universitario el 7 de septiembre- pasaron 160 días (y diez quincenas…). El caso de Pascual Gay es apenas distinto, pues fue denunciado públicamente por plagiador en 2005 y destituido en julio de 2015. Sólo llevó diez años a El Colegio de San Luis, acicateado por la denuncia que Guillermo Sheridan realizó en su columna del 30 de junio del presente, determinar que el Sr. Juan no era apto para un cargo académico. Pero hemos de reconocer que entre el 30 de junio de 2015, fecha en que el caso llega a oídos de las actuales autoridades de El Colegio de San Luis, y el 24 de julio, día en que procede la destitución, median únicamente tres quincenas.
            El segundo elemento novedoso es la publicidad de los procesos de sanción. Ni el Consejo Técnico de la Facultad de Filosofía y Letras ni la Comisión de Honor del Consejo Universitario ni funcionario u órgano alguno del Sistema Nacional de Investigadores se pronunciaron jamás oficialmente en torno a la destitución de Berenzon en 2013. El modo en que manejó la crisis Gloria Villegas -directora de la Facultad y de los collages de posgrado del plagiador- fue una apuesta por la discreción. En la nota de El Universal del 16 de agosto de 2013 en que se anunciaba la destitución de Berenzon –que todos conocimos informalmente por una crónica de Aurora Vázquez– se informaba al lector que “EL UNIVERSAL solicitó entrevistas con la directora de la FFyL, Gloria Villegas, y con el área de comunicación social de la UNAM, pero al cierre de la edición no se obtuvo respuesta”. Las actas del Consejo Técnico de la Facultad en que sucintamente se narra el lento proceso de destitución se desclasificaron meses más tarde, y si sabemos que Boris no forma ya parte del SNI es porque en el listado de investigadores vigentes de enero del 2015 no figura su nombre. Algo distintas han sido las respuestas de las instituciones involucradas en los casos más recientes: El Colegio de San Luis informó en un comunicado su resolución de destituir a Juan Pascual –su presidenta había concedido días antes una entrevista a El Universal-, el SNI mantuvo al tanto a la prensa de sus procedimientos sancionatorios y de los resultados de los mismos, la Facultad de Historia de la Nicolaita notificó de la destitución de Núñez a su comunidad y el rector dio una entrevista al respecto. Inclusive el CONACYT emitió un comunicado titulado CONACYT no tolera faltas éticas que ponen en duda la integridad del Sistema Nacional de Investigadores”. El silencio se ha roto, ahora resulta que todo el mundo quiere hablar de lo mucho que le enorgullece haber albergado a los revolucionarios plagiadores en sus filas.
El tercer elemento novedoso es la reacción de El Colegio de México, que en un gesto sorprendente decidió retirar el grado de Doctor en Sociología a Núñez Arancibia (quien lo había obtenido en 2004 con una tesis producto de un extenso plagio) y hacerlo público mediante un comunicado firmado por su presidente. Hasta donde sabemos, es la primera ocasión en que esto ocurre en México, lo cual son malas noticias para los exponentes de la plagística nacional, cuyos grados académicos parecían irrevocables. Es sobre todo esta última evolución la más preocupante para los promotores de la plagística mexicana, pues habilita a nuestros adversarios a anular los votos aprobatorios del sínodo y del director de las tesis, quienes con su comprometida negligencia tan decididamente contribuyeron al cambio paradigmático en la academia. ¿Qué sigue, El Colegio de México, en esta escalada represiva?, ¿obligar a los directores a leer las tesis de los estudiantes?

¿A qué extremos llegaremos en la intolerancia contra el cambio paradigmático en la academia? Tomado de http://poorlydrawnlines.com/comic/baby-drew-a-picture/.

Por fortuna existe una reserva moral en los sectores más progresistas de la academia de este país que se activa ante la incomprensión generalizada de la que los plagiadores son víctimas. En una valiente carta del 18 de julio cuya lista de firmantes encabeza nada menos que Javier Sicilia, se informa a la opinión pública que el Sr. Juan “ha sido un excelente profesor e investigador” y que destaca por su trayectoria “brillante y honesta”. Esta defensa decidida de uno de los exponentes de la plagística mexicana contemporánea no puede sino evocarnos las cartas que Cristina Barros, Margarita Peña y Sara Sefchovich enviaron a El Correo Ilustrado en 2013 para comentar a los lectores de La Jornada que el Sr. Boris era “un académico dinámico, un historiador con enfoques originales”. Mientras haya defensores del progreso habrá esperanza. 


Hasta aquí las reflexiones por hoy. En breve publicaremos una continuación de este escrito. 

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