Hay un aspecto indiscutiblemente lúdico
en la fraudulenta trayectoria académica de Boris. La dimensión y obviedad de
sus plagios -presentes en abundantes textos publicados y hasta conferencias
magistrales- la recurrencia de su ausentismo docente -vox populi en la
Facultad de Filosofía y Letras desde hace quince años- y la proliferación de
sus mentiras -que lo llevan a confrontar públicamente a quienes lo denuncian en Twitter con un inverosímil “se
esta [sic] solucionando el equivoco [sic]”* -son casi una provocación, una invitación
a descubrirlo, una larga secuencia de pistas que ha soltado por el camino, a la
espera de que alguien encontrara el rastro y se decidiera a seguirlo. Tal vez para
Boris fue placentero realizar todos estos engaños, progresivamente elaborados
pero siempre a la vista de todo el mundo. Tal vez gozaba del riesgo antes de
efectuar cada estafa y de la continua reafirmación de su astucia ante la infaltable
impunidad. Tal vez sentía culpa y de cierto modo deseaba ser descubierto, que
algún tipo de castigo cayera sobre él. Tal vez sólo fue inadvertidamente torpe.
En cualquier caso, muchos de los escritos firmados por Boris se nos presentan,
con su descarado recurso al plagio, como un juego. Un juego en que la premisa
es que Boris ha ocultado algo y los lectores tenemos que descubrirlo. Un juego que
no sabemos que jugamos y que perdemos cada vez que somos engañados por él. Un
juego en que fueron derrotados comités editoriales, colegas, dictaminadores del
SNI y de la FFyL, correctores de estilo, periodistas, reseñistas, académicos y
estudiantes que citan su trabajo. Lo invito entonces, estimado lector, a familiarizarse
con algunos rudimentos del juego de Boris, que el señor Berenzon y otros tantos
nos obligan a jugar sin tener la consideración de advertírnoslo.
El artículo “Cautivos en las
apariencias: La historia, sus fines y sus muertes” fue publicado en la revista Estudios,
del ITAM, en su número 90 (2009). Está firmado por Boris Berenzon y puede
accederse a él por internet siguiendo este vínculo institucional biblioteca.itam.mx/estudios/90-99/90/borisberenzoncautivosenlasapariencias.pdf.
En este texto, el señor Boris plagia extensamente a varios autores. Revisemos
por ejemplo el último párrafo de la página 155 y su continuación en la 156:
Lo primero que debe llamarnos la
atención de este párrafo es que Octavio Paz es citado, pero no se menciona la
referencia: al lector no se le informa ni la obra ni la página de la que se copió la frase en cuestión.
Señalemos también que el artículo de Boris no incluye apartado de bibliografía,
pero sí 14 notas a pie de página con referencias a otros escritos: significativamente no se siguió idéntico procedimiento con la cita a Paz. Pues bien, la obra citada
es nada menos que El laberinto de la soledad, pero el fragmento marcado
con comillas es apenas un pedacito de lo que el señor Berenzon tomó. Aquí el
fragmento del original, que pertenece al capítulo "Todos Santos, Día de
Muertos":
Muerte sin fin, el poema de José Gorostiza, es quizá el más alto testimonio que poseemos los hispanoamericanos de una conciencia verdaderamente moderna, inclinada sobre sí misma, presa de sí, de su propia claridad cegadora. El poeta, al mismo tiempo lúcido y exasperado, desea arrancar su máscara a la existencia, para contemplarla en su desnudez. El diálogo entre el mundo y el hombre, viejo como la poesía y el amor, se transforma en el del agua y el vaso que la ciñe, el del pensamiento y la forma en que se vierte y a la que acaba por corroer. Preso en las apariencias —árboles y pensamientos, piedras y emociones, días y noches, crepúsculos, no son sino metáforas, cintas de colores— el poeta advierte que el soplo que hincha la substancia, la modela y la erige forma, es el mismo que la carcome y arruga y destrona. En este drama sin personajes, pues todos son nada más reflejos, disfraces de un suicida que dialoga consigo mismo en un lenguaje de espejos y ecos, tampoco la inteligencia es otra cosa que reflejo, forma, y la más pura, de la muerte, una muerte enamorada de sí misma.
Resulta obvio que la única
modificación relevante que Boris introdujo al texto fue agregar “Como señala
Octavio Paz” y las comillas. Así, Boris cita a Paz y roba a Paz al mismo
tiempo, le concede generosamente al autor plagiado –tal vez en señal de respeto- la autoría
de una de sus frases, atribuyéndose el resto. ¿Cómo no reconocer un juego de
ocultamiento en este proceder?, ¿por qué no citar correctamente?, ¿por qué no
plagiar enteramente? Es una pista para nosotros. Quiere darnos la oportunidad
de descubrirlo y se regocija cada vez que no lo hacemos.
Haciendo uso de internet, descubrir
un plagio e identificar la fuente no es difícil. Basta con copiar algunas
palabras en un motor de búsqueda, como google, y pedirle que busque. Veamos un
ejemplo práctico usando la frase “La subjetividad trascendental chocó con los
presupuestos de las nuevas ciencias del espíritu”, extraída del último párrafo
de la página 159 del artículo que venimos comentando. Al indicarle que busque,
google arroja lo siguiente:
Hay una correspondencia exacta
con un texto de 1998 al que podemos acceder libremente: se trata de “El pensar y la historia”, de Jesús J. Nebreda, publicado en la Gazeta de Antropología de
la Universidad de Granada. Revisemos en detalle el párrafo en cuestión:
Y volvamos al texto de Boris:
Vemos que Boris plagió buena
parte del párrafo de Nebreda, si bien en forma resumida y con mínimas
adaptaciones, por ejemplo cambiar “la segunda característica relevante” por “una
característica relevante”, para que haga sentido en su texto ya que nunca
mencionó cuál era la primera; “hegelianos de izquierda” por “los otros
hegelianos”, tal vez expresando un sutil desacuerdo con la caracterización
política de los filósofos en cuestión; e incluso añadiendo el llamado a pie de
página 13, en que cita, no sin una errata, su libro Historia es inconsciente, versión editada de
su tesis de maestría, también a reventar de extensos plagios.
Esto es lo que ha sido
textualmente tomado del párrafo de Nebreda, a estas alturas sobra decir que sin
cita:
Ha quedado así explicada la elemental
mecánica que nos permite tener alguna posibilidad en el juego de Boris, y no
ser burlados como lo fueron los integrantes del comité editorial de la revista Estudios.
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Tomado del ejemplar digital entero de Estudios, disponible aquí: biblioteca.itam.mx/estudios/90-99/90/90.pdf |
Habiendo terminado esta modesta
exposición, invito al lector deseoso de probar los conocimientos adquiridos a practicar
con el resto del artículo del señor Berenzon, que, además de presentar
numerosos plagios más al texto de Jesús Nebreda, integra fragmentos de al menos
otros tres autores que queda a ustedes de descubrir. Aprendamos a jugar el
juego de Boris, porque si no seguiremos perdiendo, y con nosotros la
universidad pública, el oficio de historiador y la dignidad del trabajo
académico.
PD: No se pierdan los recientes artículos de académicos que se suman a la denuncia y reflexionan sobre el caso Boris: el post "Fausto Alzati, similares y conexos", de Luis Fernando Granados, y "Una luz para el bien y el mal os dieron", de Josefina Mac Gregor.
* Recientemente Boris borró sus
últimas publicaciones de su cuenta de Twitter –entre ellas la que cito,
que data del 18 de abril y estaba dirigido a Guillermo Sheridan. Previendo esta
situación, las respaldé íntegramente. Aquí puede accederse a los siete tweets borrados, dirigidos a Samuel Schmidt, uno de los autores plagiados (@shmil50), y a universitarios que
lo denunciaron vía Twitter desde abril. Aquí pueden ver cómo le fue a Berenzon con Schmidt: https://twitter.com/shmil50/status/357596793925681153...