sábado, 15 de agosto de 2015

Plagística mexicana contemporánea: seis reflexiones a partir de sus últimas evoluciones (Parte 2)

Hace un par de días conmemorábamos el segundo aniversario de la resolución del Consejo Técnico de la Facultad de Filosofía y Letras con la que dio formalmente inicio la destitución del Sr. Boris. Presentamos en esta entrega al lector, al que entendemos ávido de análisis sobre la evolución contemporánea del cambio paradigmático en la academia mexicana, tres reflexiones adicionales sobre los últimos acontecimientos.

4) Comprender el desarrollo actual de la plagística exige identificar diversas tendencias
A causa de que la evolución disciplinar de la plagística desborda las capacidades de un único plagiador, se ha vuelto indispensable que sus exponentes subdividan el campo para desarrollarlo mejor en sus distintos aspectos y modalidades. El trabajo académico del Sr. Boris nos enseñó que el plagio podía tomar dos sofisticadas formas: el collage, que tiene por principio generador la costura de retazos de obra ajena; y la que podríamos llamar “aportación performática”, que consiste en robar una ponencia pero leerla de una manera muy propia, interpretarla del modo que un actor lo hace con el guión que escribió el dramaturgo o un músico con la partitura del compositor. 


Por su parte, el Sr. Rodrigo Núñez nos enseñó dos modalidades adicionales de plagio, ejemplificadas abundantemente en su trayectoria académica. A la primera, que consiste en cambiar sólo el autor a un texto, propongo caracterizarla como foucaultiana, por aquello de que “el autor es una producción ideológica” según dicta el célebre ensayo “¿Qué es un autor?”. Anotaba Michel Foucault hacia el final del mismo: 
En el preciso momento en el que nuestra sociedad está en un proceso de cambio, la función-autor va a desaparecer de una manera que permitirá, una vez más, funcionar de nuevo a la ficción y a sus textos polisémicos según un modo distinto; pero, siempre según un sistema restrictivo, que no será más el del autor y que aún está por determinar o, quizás por experimentar
Muchos de los plagios del Sr. Rodrigo ejemplifican claramente este nuevo “sistema restrictivo” en el que la “función-autor” ha sido reemplazada por la función-gandalla. Concluimos entonces que el tipo foucaultiano de plagio consiste en cambiar únicamente el nombre del autor, y no tiene más límites que el grado de emancipación ideológica del plagiador. Bien visto, es el tipo de plagio más inocente, pues a su ejecutor únicamente le falta poner dos comillas para que su texto se ajuste a las convenciones ideológicas dominantes que regulan la citación académica. A saber, unas al principio del escrito y otras al final.
La segunda modalidad de plagio ejemplificada por el caso de Núñez Arancibia es la de la vocación difusora. Como es sabido, el Sr. Rodrigo tradujo al español buena parte del libro colectivo Religion and Society in New Spain y lo publicó con su nombre bajo el título Religión y cultura popular en el mundo novohispano. La aportación aquí es innegable: los lectores hispanos no conoceríamos los hallazgos de este grupo de investigadores estadunidenses sin la mediación de Núñez, que no cobró un peso por su bilingüe trabajo. Es nuestra opinión que esta forma de traducción debería ser promovida por todas las instituciones académicas, pues el incentivo adicional que tiene el traductor cuando puede omitir el nombre del autor original asegura un incremento exponencial en el flujo de intercambios académicos globales.
Tenemos entonces cuatro tendencias en la plagística mexicana contemporánea cuyos méritos deben ser juzgados por separado: los artesanos, que cosen diestramente retazos, los intérpretes, que cifran su aporte en el ámbito performativo, los foucaultianos, que cuestionan radicalmente la función ideológica del autor, y los difusores, que acercan las novedades internacionales al público local.

Los máximos exponentes de la plagística mexicana hacen furor en redes sociales
5) El cambio paradigmático tiene una oportunidad histórica en la Universidad Nacional
Según este artículo de El Universal, la Dra. Gloria Villegas tiene aspiraciones a la Rectoría de la Máxima Casa de Estudios, lo cual son estupendas noticias para los promotores del cambio paradigmático en la Universidad. Recordará el lector que Villegas dirigió los collages de maestría y doctorado de Boris, que lo protegió cuando un grupo de reaccionarios estudiantes exigieron que diera sus clases en 2011 –justificando él sus ausencias con comprobantes médicos apócrifos-, y lo envió de sabático a Paris una vez que el penoso episodio hubo pasado: a ella en buena medida debemos la meteórica carrera académica del Sr. Berenzon y el desarrollo extraordinario de la plagística durante las décadas que la Universidad le permitió desempeñar su oficio en su Facultad de Filosofía y Letras. Los progresistas de la Universidad esperamos que la Junta de Gobierno pondere todos estos méritos al momento de seleccionar al nuevo Rector, y nos permitimos sugerir a la Dra. Villegas una propuesta para que incorpore en su plataforma. Se trata de la inauguración de una segunda Universidad Nacional Autónoma de México que se llamará igual, tendrá sus instalaciones en los mismos inmuebles, ofrecerá las mismas carreras y posgrados, tendrá los mismos trabajadores, profesores e investigadores y hasta los mismos alumnos que la actualmente existente. Esto permitirá duplicar instantáneamente el número de matriculados, publicaciones, patentes y graduados que tiene y produce la Universidad sin generar costo adicional alguno para la institución, colocándola a la vanguardia global en producción del conocimiento, desarrollo tecnológico y formación de profesionistas. ¡México, Pumas, Universidades!

6) ¿El comienzo del fin de una época dorada?
Por desgracia, y a pesar de sus desarrollos actuales y previsibles si la Sra. Villegas alcanza la Rectoría, algunas viñetas dan cuenta de una tendencia creciente a la intolerancia para con la innovación epistemológica que supone el plagio académico y prácticas similares:

a) Sergio Aguayo dirigió una carta a la opinión pública en abril de 2014 en la que reconoció haber plagiado el trabajo de Ángeles Magdaleno en su libro La charola.

b) Letras Libres retractó en su blog el artículo “Entrevista con Martha Angerich, Solo piano”, publicado en 2006 por la revista bajo el nombre de Pablo Chacón, por tratarse de un plagio del trabajo de Diego Fischerman.

c) Un grupo que firma como “Estudiantes egresados de los posgrados nacionales sin plaza y sin oportunidades” hizo circular hace unos días una carta en la que se denuncia que Francisco Javier Dosil, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, tituló a dos de sus alumnas con casi la misma tesis. En efecto, “Diagnóstico del proceso de enseñanza-aprendizaje de la historia en las escuelas secundarias generales de la ciudad de Morelia. Una aproximación a los aprendizajes de los alumnos”, de Silvana Casal (Universidad Nicolaita, 2010) y “Diagnóstico del proceso enseñanza-aprendizaje de la historia de la Unidad Técnico educativa Francisco José Caldas de la ciudad de Arauca. Una aproximación a los aprendizajes de los alumnos”, de Farly Encarnación Heredia (Universidad Industrial de Santander, 2014), son extremadamente parecidas, y sobre todo llama la atención que el director sea el mismo. ¿Tal vez una nueva tendencia en la plagística, un modelo de “facilitador”? En una contestación, Marco Antonio Landavazo informa que el caso ya está siendo tratado en paralelo por el Consejo Técnico de la Nicolaita y por la Oficina de Control Disciplinario de la Universidad Industrial de Santander.

d) El Colegio de San Luis enfrenta otro caso de deshonestidad académica, según explica un artículo de La Jornada de San Luis. Se trata de Fernando Saúl Alanís, que publicó en coautoría con su tesista, Carlos Alberto Roque Puente… la tesis de Carlos. Nos vamos al traque, se llama el libro, y, como corresponde, jerarquía mata autoría: el nombre de Fernando no sólo acompaña sino que precede al de Carlos en portada.

e) En 2012, en la columna Dinero de Enrique Galván en La Jornada, Rebeca Eugenia González-Medina denunció el plagio de su tesis “Evaluación de la salud forestal en dos áreas de regeneración natural de Pinus hartwegii” (1998) por parte de Juan Manuel Torres Rojo y Octavio Magaña Torres en el libro Evaluación de plantaciones forestales (2001). De ser cierto, estaríamos ante evidencia de que el cambio de paradigmas académicos no se limita a las ciencias sociales y a las humanidades, sino que se extiende a todas las áreas del conocimiento científico.

f) Luis Fernando Granados continuó en su artículo “Cómplices del plagio” la reflexión que había iniciado en 2013 en la nota “Fausto Alzati y conexos” en torno a los efectos que la política de estímulos a la productividad académica tiene sobre el gremio de los historiadores y afines, y propone acabar “de una buena vez con la asociación entre ‘productos’ de investigación y creación de conocimiento, [obligar] a las instituciones a fundir en una sola bolsa los sueldos y los estímulos internos y externos, [revitalizar] los mecanismos de evaluación públicos y colegiados, [homologar] de verdad la docencia y la divulgación con la investigación”. Abona a su argumentación que Rodrigo Núñez Arancibia declare en la entrevista que nutre el artículo “Confesiones de un plagiador”: “Hice investigación en un principio, pero después la presión fue un poco asfixiante. Tienes que ir cumpliendo en todos los planos para que puedas seguir siendo profesor, incluyendo una cantidad no menor de artículos de calidad, y obviamente una innovación creativa que yo no estaba haciendo”.

g) En la línea de las propuestas reaccionarias también se hizo pública en El País la carta “Por una cultura académica distinta: propuestas contra el plagio” firmada por 21 académicos en la que se sugieren diversas medidas para prevenir y sancionar el plagio académico, entre otras: un acuerdo interinstitucional de tolerancia cero, adecuación de reglamentos, uso de software de detección y puesta en línea de toda la producción editorial académica y tesis, así como todos los CVs de los investigadores del SNI.

h) Una nota regional: el Consejo Editorial del Anuario de Historia de América Latina reconoció mediante un comunicado que en el artículo “Tierra y mercado: el trigo del campo al molino. La campaña rioplantense en el siglo XVIII”, publicado en su número 50 (2013) bajo el nombre de la española Sandra Olivero Guidobono, existían plagios de dos textos de Jorge Gelman, investigador argentino, como él mismo había denunciado en enero de 2015

¿Será que la tendencia es contraria al progreso del nuevo paradigma académico en México?, ¿tal vez sean éstas las campanadas que marcan el fin de la época dorada de la plagística?

jueves, 13 de agosto de 2015

Plagística mexicana contemporánea: seis reflexiones a partir de sus últimas evoluciones (Parte 1)



Hoy se cumplen dos años de la resolución del Consejo Técnico de la Facultad de Filosofía y Letras con la cual dio comienzo la etapa final del proceso de destitución de Boris Berenzon. Dos años ya desde que el revolucionario cambio de paradigmas académicos que en este blog siempre aplaudimos comenzó a sufrir agresiones decididas por parte de fuerzas reaccionarias que exigen clases de los maestros universitarios e investigaciones de los investigadores. Han sido años de avances y retrocesos para la causa revolucionaria. A continuación compartimos seis reflexiones que nos inspiran los acontecimientos de este último periodo, divididas en dos entregas para aligerar su lectura.

1) La Universidad sufrió una pérdida irreparable con la salida del Sr. Boris
 Si algo demuestran los últimos casos de plagio serial que emergieron a la luz pública es que la UNAM, como decíamos hace ya varios años, iba a la vanguardia. Boris, a diferencia de Rodrigo Núñez Arancibia -recientemente despedido de la Universidad Nicolaita por plagiador- no se contentaba con cambiarle el autor a los textos de los que se apropiaba, sino que, como el lector recordará, inauguró desde su tesis de maestría una muy original metodología de collage que no podemos sino reconocer por su valor artesanal. Los fragmentos plagiados establecían un diálogo entre sí que trascendía las convenciones, por ejemplo utilizando dos sistemas de citación en la misma página. 
Fragmento de la página 120 de Historia es inconsciente, versión editada de la tesis de maestría de Boris Berenzon. Nótese como el primer párrafo, plagiado de un artículo publicado en Fractal en 1996, utiliza el sistema de citación Harvard (paréntesis con nombre de autor y año), y el segundo párrafo regresa al sistema APA (notas a pie de página) que venía usando.

Nadie puede ya dudar que el campo académico de la plagística, que es punta de lanza de una revolución paradigmática en el mundo intelectual y cuenta con una sólida red de exponentes a nivel nacional, alcanzó uno de sus niveles más sofisticados durante el tiempo que el Sr. Boris ejerció la docencia y la investigación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Por desgracia, con la incorporación de Boris al equipo de César Duarte, el gobernador de Chihuahua, se demuestra que la pérdida es irreparable para la academia: auguramos al Sr. Boris una prometedora carrera en la administración pública, asegurándole que sus aportes a la plagística nacional no serán olvidados.

Captura de pantalla de http://impactonoticias.com.mx/inicio/generacion-de-empleos-mejor-pagados-en-camargo/

 
2) La deshonestidad académica tiene interés periodístico
En 2013, el equipo de la sección cultural de El Universal jugó un rol clave en el proceso que facilitó el reconocimiento de la obra del Sr. Boris por parte del gran público, con contribuciones menores de La Jornada y Reforma. Hoy, haciendo eco de la creciente sed que la sociedad mexicana tiene de novedades en el campo de las ciencias y las humanidades, los reporteros volvieron a tomar la delantera con su investigación y seguimiento sobre los casos de Rodrigo Christian Núñez Arancibia y Juan Pascual Gay, acompañados muy decididamente por notas de La Jornada (sobre todo de su edición en San Luis) y otros medios. La noticia alcanzó relieve internacional cuando La Tercera, diario chileno, publicó “Confesiones de un plagiador”, un interesante artículo en el que el Sr. Rodrigo, de vuelta en su país de origen, es entrevistado y explica con gran dramatismo “Yo sabía que iba a chocar como un tren contra una pared”. Es de esperarse que esta tendencia periodística prosiga y pronto podamos ver en las secciones dedicadas a la farándula encabezados del tipo “¿Un look original?” y “Les presento a mis últimos clones”.

3) La represión aumenta, pero también la decisión de quienes apoyan el cambio paradigmático
El Colegio de San Luis y la Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo removieron de sus plazas a Pascual Gay y a Núñez Arancibia, respectivamente, tras procesar internamente las denuncias y evidencias públicas de plagio en su contra. Por su parte, el Sistema Nacional de Investigadores resolvió separarlos de su padrón. En esto siguen el ejemplo retrógrado que dio la Facultad de Filosofía y Letras con Boris en 2013, pero adicionan varios elementos novedosos que no pueden sino preocuparnos a los promotores del cambio paradigmático en la academia. El primero es un modesto aumento en velocidad. Como el lector recordará, las primeras denuncias de plagio contra el Sr. Boris fueron efectuadas en 2004 ante el Consejo Técnico de la Facultad y en 2005  ante rectoría -ninguna procedió- pero no fue sino hasta el 1 abril de 2013 que Juan Manuel Aurrecoechea –otro plagiado- hizo pública su protesta acompañándola de cotejos. Entre ese momento y la destitución de Boris –ratificada por el Consejo Universitario el 7 de septiembre- pasaron 160 días (y diez quincenas…). El caso de Pascual Gay es apenas distinto, pues fue denunciado públicamente por plagiador en 2005 y destituido en julio de 2015. Sólo llevó diez años a El Colegio de San Luis, acicateado por la denuncia que Guillermo Sheridan realizó en su columna del 30 de junio del presente, determinar que el Sr. Juan no era apto para un cargo académico. Pero hemos de reconocer que entre el 30 de junio de 2015, fecha en que el caso llega a oídos de las actuales autoridades de El Colegio de San Luis, y el 24 de julio, día en que procede la destitución, median únicamente tres quincenas.
            El segundo elemento novedoso es la publicidad de los procesos de sanción. Ni el Consejo Técnico de la Facultad de Filosofía y Letras ni la Comisión de Honor del Consejo Universitario ni funcionario u órgano alguno del Sistema Nacional de Investigadores se pronunciaron jamás oficialmente en torno a la destitución de Berenzon en 2013. El modo en que manejó la crisis Gloria Villegas -directora de la Facultad y de los collages de posgrado del plagiador- fue una apuesta por la discreción. En la nota de El Universal del 16 de agosto de 2013 en que se anunciaba la destitución de Berenzon –que todos conocimos informalmente por una crónica de Aurora Vázquez– se informaba al lector que “EL UNIVERSAL solicitó entrevistas con la directora de la FFyL, Gloria Villegas, y con el área de comunicación social de la UNAM, pero al cierre de la edición no se obtuvo respuesta”. Las actas del Consejo Técnico de la Facultad en que sucintamente se narra el lento proceso de destitución se desclasificaron meses más tarde, y si sabemos que Boris no forma ya parte del SNI es porque en el listado de investigadores vigentes de enero del 2015 no figura su nombre. Algo distintas han sido las respuestas de las instituciones involucradas en los casos más recientes: El Colegio de San Luis informó en un comunicado su resolución de destituir a Juan Pascual –su presidenta había concedido días antes una entrevista a El Universal-, el SNI mantuvo al tanto a la prensa de sus procedimientos sancionatorios y de los resultados de los mismos, la Facultad de Historia de la Nicolaita notificó de la destitución de Núñez a su comunidad y el rector dio una entrevista al respecto. Inclusive el CONACYT emitió un comunicado titulado CONACYT no tolera faltas éticas que ponen en duda la integridad del Sistema Nacional de Investigadores”. El silencio se ha roto, ahora resulta que todo el mundo quiere hablar de lo mucho que le enorgullece haber albergado a los revolucionarios plagiadores en sus filas.
El tercer elemento novedoso es la reacción de El Colegio de México, que en un gesto sorprendente decidió retirar el grado de Doctor en Sociología a Núñez Arancibia (quien lo había obtenido en 2004 con una tesis producto de un extenso plagio) y hacerlo público mediante un comunicado firmado por su presidente. Hasta donde sabemos, es la primera ocasión en que esto ocurre en México, lo cual son malas noticias para los exponentes de la plagística nacional, cuyos grados académicos parecían irrevocables. Es sobre todo esta última evolución la más preocupante para los promotores de la plagística mexicana, pues habilita a nuestros adversarios a anular los votos aprobatorios del sínodo y del director de las tesis, quienes con su comprometida negligencia tan decididamente contribuyeron al cambio paradigmático en la academia. ¿Qué sigue, El Colegio de México, en esta escalada represiva?, ¿obligar a los directores a leer las tesis de los estudiantes?

¿A qué extremos llegaremos en la intolerancia contra el cambio paradigmático en la academia? Tomado de http://poorlydrawnlines.com/comic/baby-drew-a-picture/.

Por fortuna existe una reserva moral en los sectores más progresistas de la academia de este país que se activa ante la incomprensión generalizada de la que los plagiadores son víctimas. En una valiente carta del 18 de julio cuya lista de firmantes encabeza nada menos que Javier Sicilia, se informa a la opinión pública que el Sr. Juan “ha sido un excelente profesor e investigador” y que destaca por su trayectoria “brillante y honesta”. Esta defensa decidida de uno de los exponentes de la plagística mexicana contemporánea no puede sino evocarnos las cartas que Cristina Barros, Margarita Peña y Sara Sefchovich enviaron a El Correo Ilustrado en 2013 para comentar a los lectores de La Jornada que el Sr. Boris era “un académico dinámico, un historiador con enfoques originales”. Mientras haya defensores del progreso habrá esperanza. 


Hasta aquí las reflexiones por hoy. En breve publicaremos una continuación de este escrito. 

miércoles, 13 de agosto de 2014

Un ejército de mimos. Aniversario de la destitución del Sr. Boris Berenzon



Hoy se cumple un año de la resolución del Consejo Técnico de la Facultad de Filosofía y Letras que, tras ratificación del Consejo Universitario, privó al señor Boris de su beca vitalicia cortesía de la Máxima Casa de Estudios, habiéndose comprobado pública y contundentemente que buena parte de su obra académica -incluidas tesis de posgrado y al menos una conferencia- es producto de incontables plagios. También se cumple un año de silencio institucional al respecto, roto únicamente por filtraciones y por la tardía publicación de las someras actas del Consejo Técnico de esas fechas. La de la sesión extraordinaria del 13 de agosto relata: 

Tras la amplia y exhaustiva deliberación que se llevó a cabo, el pleno del Consejo Técnico acordó, por unanimidad, aplicar al Dr. Boris Berenzon Gorn la sanción prevista en el artículo 109, inciso c) del Estatuto del Personal Académico: DESTITUCIÓN, en virtud de que se acredita fehacientemente que ha incurrido en “La deficiencia en las labores … de investigación, objetivamente comprobada. (ACUERDO 269/2013)

            La opacidad institucional que ha rodeado al caso hace difícil conocer muchos detalles relevantes sobre los alcances y consecuencias de la destitución. Ignoramos si se alcanzó un acuerdo de indemnización o si hay un juicio laboral en curso. Ignoramos si el CONACYT continúa pagando a Boris la beca del Sistema Nacional de Investigadores o si ha invalidado su nombramiento. Ignoramos si se ha explorado siquiera la posibilidad de revocarle los títulos académicos obtenidos con plagios. Ignoramos si se ha tomado alguna medida para descubrir este tipo de comportamientos, prevenirlos o facilitar su castigo en la UNAM. En cualquier caso, en este aniversario y ante la falta de información, es pertinente conducir la reflexión hacia las condiciones que hicieron posible un Boris.
             Boris Berenzon fue antes que nada un gran simulador. Fingió que elaboraba tesis, que impartía clases, que escribía libros y que redactaba ponencias. Aprendió a reproducir toda la gestualidad propia de quien efectivamente produce y difunde conocimiento histórico: entregó escritos con su nombre a tutores, dictaminadores y editores, presentó ponencias a un público especializado, elaboró solicitudes de estímulos, sabáticos y cambios de categoría, firmó puntualmente el registro de asistencia docente de la Facultad, se postuló para plazas en instituciones académicas, antepuso "Doctor" a su nombre, actualizó cotidianamente un largo currículo y concedió entrevistas a La Jornada. Y a cambio de sostener este complejísimo sistema de simulación obtuvo las remuneraciones de rigor y hasta recompensas verdaderamente extraordinarias, como la Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos en Docencia en Humanidades de manos del Rector o un nombramiento nivel 2 en el Sistema Nacional de Investigadores. Al pensar en esto no podemos evitar la pregunta ¿a tal punto son semejantes la gesticulación, por un lado, y el trabajo intelectual real, por el otro, que resultan indistinguibles a ojos de todo un sistema de validación académica?     Si partimos de que la diferencia existe y es relevante, se impone la pregunta ¿qué tan riguroso es entonces nuestro sistema de validación académica? Tal parece que bastante poco. A lo que quiero llegar es a la aterrorizadora conclusión de que Boris no simulaba solo. Simularon formarlo sus profesores, simularon guiarlo sus directores de tesis, simularon leerlo críticamente sus sínodos, simularon evaluarlo las comisiones dictaminadores, simularon corregirlo sus editores, simularon recibir clases sus alumnos, simularon ser formados en la docencia sus adjuntos, simularon ignorar su ausentismo sus coordinadores, simularon dar cauce a las denuncias por plagio de 2004 y 2005 las instancias a las que apelaron los quejosos, simularon sancionarlo los miembros del Consejo Técnico que le impusieron un extrañamiento por faltista y mentiroso en 2011 para después aprobarle un sabático en París. En otras palabras, Boris encontró espejos de su gesticulación en casi todas partes, en lo que aparece a la imaginación como un ejército de mimos, marchando en círculos y enseñándose unos a otros el fino arte de la simulación.
            ¿Es la academia pura pantomima? Quiero pensar que no. Pero no puedo evitar observar que en ella laten fuerzas de una extraordinaria mediocridad, y que el sector de ésta en que alguien como Boris consiguió simular con tanto éxito y durante veinte años un trabajo intelectual y docente de alto nivel es sin duda una de las peores y más mezquinas versiones de sí misma. Es la academia de la burocracia, donde triunfa el más hábil para rellenar formularios y especular con puntajes; es la academia del compadrazgo, que favorece la lealtad por encima del mérito; es la academia, en suma, de la gesticulación, en la que hacemos como que hacemos y que cada tanto, cuando se tambalea el castillo de cartas, nos hace sentir obligados a decir "¡Qué barbaridad!" antes de despreocuparnos del asunto y regresar a jugar en paz. 


            Espero que el caso Boris, de cuya aparente conclusión se cumple hoy un año, sirva de advertencia: el mundillo académico que lo hizo posible es un espejo en el que ver reflejado lo peor de nosotros como estudiantes universitarios, profesores, académicos e intelectuales. Ese ejército de mimos es la imagen misma de lo que no podemos resignarnos a ser.  

domingo, 3 de noviembre de 2013

Pasando la página (II): La conjura de los mediocres



En la entrega anterior comenzamos a ponderar el peso de las redes cómplices en el caso Berenzon. Sobra decir que la explicación está aún incompleta: a éstas podemos sumar, por ejemplo, la pobreza de las lecturas supuestamente críticas que recibieron, entre otros, los collages que el Sr. Berenzon hizo pasar por tesis de posgrado. Se ha argumentado (e insistido) que no se espera de un director de tesis funciones policiales, pero hay en la obra de Boris cosas tan evidentemente incorrectas, como cambios abruptos en el sistema de citación -pues viene plagiando un texto que usa uno y luego alterna con un plagio de otro texto que se sirve de otro- que no podemos más que reconocer que nadie criticó realmente esos trabajos.

Fragmento de la página 120 de Historia es inconsciente, versión editada de la tesis de maestría de Boris Berenzon. Nótese como el primer párrafo, plagiado de un artículo publicado en Fractal en 1996, utiliza el sistema de citación Harvard (paréntesis con nombre de autor y año), y el segundo párrafo regresa al sistema tradicional con notas a pie de página.
Este asunto ha sido comentado por Alfredo Ávila en su blog, quien nos dice que el fenómeno en parte se explica porque en la UNAM la mayoría de los miembros del sínodo de una tesis doctoral están integrados al Comité Tutoral que dirigió conjuntamente el trabajo, y no es raro que sean amigos entre sí y del sustentante, como en el caso de Boris. Pero en ningún ámbito de la vida académica mexicana es más clara esta carencia crítica que en el de las reseñas, donde la simulación y el compadrazgo resaltan por tratarse justamente del espacio por excelencia para la crítica académica. Por supuesto que el caso Berenzon nos aporta ejemplos prototípicos, y a continuación revisaremos dos de los más ilustrativos.
La Dra. Georgina Calderón, comadre, compañera de cubículo y coautora de numerosos trabajos de Boris, es autora de una magnífica reseña en el portal Siempre! del libro Re/tratos de la Re/vuelta, obra que, como hemos visto, es la versión editada de su tesis doctoral y está a reventar de plagios. En ella la Dra. Calderón no sólo nos explica que el libro es genial, sino que incluso plagia párrafos enteros del mismo para complementar sus apreciaciones. Y lo hace con tal tino que le plagia a Boris pedazos que él mismo había plagiado de otros autores. Por ejemplo, escribe Georgina en la reseña sin dar indicación alguna de la procedencia de las frases:


Copiando resumidamente lo que Boris había puesto en la página 74 de obra reseñada: 


Fragmento que a su vez fue plagiado del artículo “Discurso” de Manuel Vázquez publicado en el Diccionario Interdisciplinar de Hermenéutica, específicamente de la página 151:



Obviando el exquisito nivel de mediocridad del que esta cadena de robos da cuenta, apreciemos el modo en que nos devuelve al problema de la crítica académica: si son amigos quienes dirigen tesis, integran sínodos, dictaminan artículos, colaboran en compilaciones, editan, prologan, presentan, citan y reseñan libros… ¿quién va a darse cuenta de los fallos que tiene lo que se escribe?, ¿quién será el valiente que rompa la cadena de favores? Y si al lector le cabe alguna duda sobre el funcionamiento de estos mecanismos puede revisar las páginas 110 y 111 del currículum extenso de Gloria Villegas, documento puesto a nuestra disposición por la Junta de Gobierno de la Universidad en razón de que ésta tuvo a bien nombrarla directora de Filosofía y Letras en 2009. En estas dos bellísimas páginas la Dra. Villegas enlista los “DICTÁMENES DE PUBLICACIONES (libros y artículos)” que ha realizado, y nos presume, por ejemplo, que dictaminó favorablemente la obra Espejismos históricos, de la pluma del Sr. Berenzon, en 1996 –año en que Villegas se encontraba dirigiendo el collage que el dictaminado hizo pasar por tesis de maestría. Cabe recordar al lector que los procesos de dictamen académico deben realizarse en forma anónima como un modo de acercarse a la garantía de imparcialidad: el autor del texto evaluado no debe saber quiénes son o fueron sus dictaminadores, e incluso es óptimo que quien dictamina no sepa quién es el autor de lo que debe juzgar (“ciego”) ni la identidad de los otros dictaminadores (“doble ciego”): la función de estas disposiciones -clave en los métodos de evaluación entre pares tan caros a la validación del conocimiento académico- es evitar que los vínculos personales entre los involucrados interfieran con la evaluación. Pero para la Dra. Villegas dictaminar favorablemente es motivo de orgullo: en el apartado de su CV dedicado a ello se vanagloria públicamente de la lista de colegas que le deben un favor.
Veamos otro interesante ejemplo de reseña académica extraído del caso Berenzon que nos ayudará a redondear el punto. Se trata de “Las penas de la veracidad historiográfica y literaria”, firmado por Boris y publicado en la revista Vetas número 2, editada por el Colegio de San Luis en 1999, época en que el mismo Berenzon dirigía la publicación, hacía editar su collage de maestría bajo el sello de dicho Colegio y coordinaba su posgrado en historia sin que esto implicara, sobra decir, que la Facultad de Filosofía y Letras dejara de remunerarle su trabajo docente in absentia. El texto al que nos referimos consiste en un elogiosísimo comentario del libro “El escándalo”, primer drama de Manuel José Othón. Texto y contexto, de Ignacio Betancourt, publicado también en 1999 por el Colegio de San Luís. Lo interesante es que la mayor parte de la reseña está plagiada de un artículo de Michel de Certeau titulado “Historia, ciencia y ficción”, publicado por Nexos en febrero de 1981. Curiosamente, el texto de de Certeau no era una reseña –mucho menos un panegírico- pero algunas pequeñas adaptaciones de Boris le cambian el género sin mayor problema. Veamos un ejemplo, empezando por el texto de Berenzon:


Ahora vayamos al texto de de Certeau: 


La reseña académica, lejos de las motivaciones críticas que sería deseable esperar de ella, se presta en más de un sector de nuestra academia para un intercambio de halagos, zalamería que promueve el trabajo del colega y amigo, muchas veces a petición suya. El trabajo promovedor que Boris hizo del libro de Betancourt, por cierto, no acabó allí. Un artículo de La Jornada de San Luís de 1999 nos indica que también Berenzon fue invitado a presentarlo en Casa Lamm. No se me malinterprete: no estoy diciendo que Betancourt fuera consciente de la autoría de las palabras que Boris dedicó a su libro en la revista Vetas ni que su obra, que no conozco, sea indigna de ellas –o, para el caso, que no haya trabajos merecedores de elogio ni buenas reseñas críticas favorables al autor reseñado. Mi intención es ilustrar, a partir de un segundo ejemplo extraído del caso extremo cuya explicación nos ocupa, la vertiente más mediocre del reseñismo académico, y el modo en que en este país, más que revelar un interés por la discusión y validación del conocimiento, con frecuencia responde a las tramas de amistad personal de los participantes, que se promueven recíprocamente y se muestran leales hasta las últimas consecuencias. Esto había sido abordado en un post anterior de este blog, en el que destacamos que Boris sabe perfectamente cómo citar: su problema es que lo hace en forma selectiva, y por eso es capaz de insertar en medio de un plagio a Monsiváis una frase de Gloria Villegas, la directora de la tesis de la que deriva el libro, y no tiene inconveniente en darle, a ella sí, crédito a pie de página. Dicho sea de paso, no deja de ser irónico, en el marco de este juego de apropiaciones indebidas, que la periodista de El Universal que cubrió el caso haya tomado el anterior cotejo de este blog para su nota “La historia de un plagiario serial” sin citar su procedencia
De cualquier modo, lo que hay que entender es que la crítica es uno de los fundamentos básicos de la validación del conocimiento académico. Por consiguiente, su degeneración en un sistema de simulación, autocomplacencia y promoción de los compadres es el más siniestro giro que podríamos imaginarle: se conservan sus formas y rituales (prólogos, prefacios, ponencias, presentaciones, reseñas) pero se pervierten sus contenidos hasta convertirlos en moneda de un sistema cambiario de complacencias y trámite para la obtención de premios y aplausos profesionales. Es indispensable entender esta lógica para seguir explicándonos por qué el Sr. Boris desarrolló durante décadas -y con tanto éxito- su carrera de simulación académica. También nos permite proponer una interpretación a contrapelo de las palabras pronunciadas por Berenzon en 2009 con motivo de la presentación del primer tomo de Historia de la historiografía de América, obra coordinada por él y por Georgina Calderón. El texto que Boris preparó para la ocasión –y que puede encontrarse aquí- no tiene desperdicio: entre otras cosas incluye una serie de viñetas que retratan a su autor charlando con emblemáticos intelectuales universitarios. Pero en aras de la brevedad permítaseme resaltar sólo un pequeñísimo fragmento:


Villegas, que naturalmente compartía la mesa con Boris en su doble calidad de comentarista del libro y directora de la institución que lo coeditó y fue sede de su presentación, debió sonrojarse al escuchar tan finos halagos por parte de su pupilo, pues le demostraron que había logrado transmitir una gran lección. Nadie como ella, que promovió, solapó y defendió a Berenzon hasta que la situación se hizo verdaderamente insostenible a mediados del presente año, entiende -y enseña- que el “tejido de lo que es la historiografía” no se refiere al entramado narrativo de los discursos históricos ni mucho menos a su necesaria imbricación intertextual, sino a la telaraña de complicidades que sostiene la conjura de los mediocres de la que ella tan “fina y agudamente” participa.