Hace un par de días conmemorábamos el segundo aniversario de la resolución del Consejo Técnico de la Facultad de Filosofía y Letras con la que dio formalmente inicio la destitución del Sr. Boris. Presentamos en esta entrega al lector, al que entendemos ávido de análisis sobre la evolución contemporánea del cambio paradigmático en la academia mexicana, tres reflexiones adicionales sobre los últimos acontecimientos.
4) Comprender el desarrollo actual de la plagística exige identificar diversas tendencias
A causa de que la evolución disciplinar de la plagística desborda las capacidades de un único plagiador, se ha vuelto indispensable que sus exponentes subdividan el campo para desarrollarlo mejor en sus distintos aspectos y modalidades. El trabajo académico del Sr. Boris nos enseñó que el plagio podía tomar dos sofisticadas formas: el collage, que tiene por principio generador la costura de retazos de obra ajena; y la que podríamos llamar “aportación performática”, que consiste en robar una ponencia pero leerla de una manera muy propia, interpretarla del modo que un actor lo hace con el guión que escribió el dramaturgo o un músico con la partitura del compositor.
Por su parte, el Sr. Rodrigo Núñez nos enseñó dos modalidades adicionales de plagio, ejemplificadas abundantemente en su trayectoria académica. A la primera, que consiste en cambiar sólo el autor a un texto, propongo caracterizarla como foucaultiana, por aquello de que “el autor es una producción ideológica” según dicta el célebre ensayo “¿Qué es un autor?”. Anotaba Michel Foucault hacia el final del mismo:
En el preciso momento en el que nuestra sociedad está en un proceso de cambio, la función-autor va a desaparecer de una manera que permitirá, una vez más, funcionar de nuevo a la ficción y a sus textos polisémicos según un modo distinto; pero, siempre según un sistema restrictivo, que no será más el del autor y que aún está por determinar o, quizás por experimentar
Muchos de los plagios del Sr. Rodrigo ejemplifican claramente este nuevo “sistema restrictivo” en el que la “función-autor” ha sido reemplazada por la función-gandalla. Concluimos entonces que el tipo foucaultiano de plagio consiste en cambiar únicamente el nombre del autor, y no tiene más límites que el grado de emancipación ideológica del plagiador. Bien visto, es el tipo de plagio más inocente, pues a su ejecutor únicamente le falta poner dos comillas para que su texto se ajuste a las convenciones ideológicas dominantes que regulan la citación académica. A saber, unas al principio del escrito y otras al final.
La segunda modalidad de plagio ejemplificada por el caso de Núñez Arancibia es la de la vocación difusora. Como es sabido, el Sr. Rodrigo tradujo al español buena parte del libro colectivo Religion and Society in New Spain y lo publicó con su nombre bajo el título Religión y cultura popular en el mundo novohispano. La aportación aquí es innegable: los lectores hispanos no conoceríamos los hallazgos de este grupo de investigadores estadunidenses sin la mediación de Núñez, que no cobró un peso por su bilingüe trabajo. Es nuestra opinión que esta forma de traducción debería ser promovida por todas las instituciones académicas, pues el incentivo adicional que tiene el traductor cuando puede omitir el nombre del autor original asegura un incremento exponencial en el flujo de intercambios académicos globales.
Tenemos entonces cuatro tendencias en la plagística mexicana contemporánea cuyos méritos deben ser juzgados por separado: los artesanos, que cosen diestramente retazos, los intérpretes, que cifran su aporte en el ámbito performativo, los foucaultianos, que cuestionan radicalmente la función ideológica del autor, y los difusores, que acercan las novedades internacionales al público local.
Los máximos exponentes de la plagística mexicana hacen furor en redes sociales |
Según este artículo de El Universal, la Dra. Gloria Villegas tiene aspiraciones a la Rectoría de la Máxima Casa de Estudios, lo cual son estupendas noticias para los promotores del cambio paradigmático en la Universidad. Recordará el lector que Villegas dirigió los collages de maestría y doctorado de Boris, que lo protegió cuando un grupo de reaccionarios estudiantes exigieron que diera sus clases en 2011 –justificando él sus ausencias con comprobantes médicos apócrifos-, y lo envió de sabático a Paris una vez que el penoso episodio hubo pasado: a ella en buena medida debemos la meteórica carrera académica del Sr. Berenzon y el desarrollo extraordinario de la plagística durante las décadas que la Universidad le permitió desempeñar su oficio en su Facultad de Filosofía y Letras. Los progresistas de la Universidad esperamos que la Junta de Gobierno pondere todos estos méritos al momento de seleccionar al nuevo Rector, y nos permitimos sugerir a la Dra. Villegas una propuesta para que incorpore en su plataforma. Se trata de la inauguración de una segunda Universidad Nacional Autónoma de México que se llamará igual, tendrá sus instalaciones en los mismos inmuebles, ofrecerá las mismas carreras y posgrados, tendrá los mismos trabajadores, profesores e investigadores y hasta los mismos alumnos que la actualmente existente. Esto permitirá duplicar instantáneamente el número de matriculados, publicaciones, patentes y graduados que tiene y produce la Universidad sin generar costo adicional alguno para la institución, colocándola a la vanguardia global en producción del conocimiento, desarrollo tecnológico y formación de profesionistas. ¡México, Pumas, Universidades!
6) ¿El comienzo del fin de una época dorada?
Por desgracia, y a pesar de sus desarrollos actuales y previsibles si la Sra. Villegas alcanza la Rectoría, algunas viñetas dan cuenta de una tendencia creciente a la intolerancia para con la innovación epistemológica que supone el plagio académico y prácticas similares:
a) Sergio Aguayo dirigió una carta a la opinión pública en abril de 2014 en la que reconoció haber plagiado el trabajo de Ángeles Magdaleno en su libro La charola.
b) Letras Libres retractó en su blog el artículo “Entrevista con Martha Angerich, Solo piano”, publicado en 2006 por la revista bajo el nombre de Pablo Chacón, por tratarse de un plagio del trabajo de Diego Fischerman.
c) Un grupo que firma como “Estudiantes egresados de los posgrados nacionales sin plaza y sin oportunidades” hizo circular hace unos días una carta en la que se denuncia que Francisco Javier Dosil, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, tituló a dos de sus alumnas con casi la misma tesis. En efecto, “Diagnóstico del proceso de enseñanza-aprendizaje de la historia en las escuelas secundarias generales de la ciudad de Morelia. Una aproximación a los aprendizajes de los alumnos”, de Silvana Casal (Universidad Nicolaita, 2010) y “Diagnóstico del proceso enseñanza-aprendizaje de la historia de la Unidad Técnico educativa Francisco José Caldas de la ciudad de Arauca. Una aproximación a los aprendizajes de los alumnos”, de Farly Encarnación Heredia (Universidad Industrial de Santander, 2014), son extremadamente parecidas, y sobre todo llama la atención que el director sea el mismo. ¿Tal vez una nueva tendencia en la plagística, un modelo de “facilitador”? En una contestación, Marco Antonio Landavazo informa que el caso ya está siendo tratado en paralelo por el Consejo Técnico de la Nicolaita y por la Oficina de Control Disciplinario de la Universidad Industrial de Santander.
d) El Colegio de San Luis enfrenta otro caso de deshonestidad académica, según explica un artículo de La Jornada de San Luis. Se trata de Fernando Saúl Alanís, que publicó en coautoría con su tesista, Carlos Alberto Roque Puente… la tesis de Carlos. Nos vamos al traque, se llama el libro, y, como corresponde, jerarquía mata autoría: el nombre de Fernando no sólo acompaña sino que precede al de Carlos en portada.
e) En 2012, en la columna Dinero de Enrique Galván en La Jornada, Rebeca Eugenia González-Medina denunció el plagio de su tesis “Evaluación de la salud forestal en dos áreas de regeneración natural de Pinus hartwegii” (1998) por parte de Juan Manuel Torres Rojo y Octavio Magaña Torres en el libro Evaluación de plantaciones forestales (2001). De ser cierto, estaríamos ante evidencia de que el cambio de paradigmas académicos no se limita a las ciencias sociales y a las humanidades, sino que se extiende a todas las áreas del conocimiento científico.
f) Luis Fernando Granados continuó en su artículo “Cómplices del plagio” la reflexión que había iniciado en 2013 en la nota “Fausto Alzati y conexos” en torno a los efectos que la política de estímulos a la productividad académica tiene sobre el gremio de los historiadores y afines, y propone acabar “de una buena vez con la asociación entre ‘productos’ de investigación y creación de conocimiento, [obligar] a las instituciones a fundir en una sola bolsa los sueldos y los estímulos internos y externos, [revitalizar] los mecanismos de evaluación públicos y colegiados, [homologar] de verdad la docencia y la divulgación con la investigación”. Abona a su argumentación que Rodrigo Núñez Arancibia declare en la entrevista que nutre el artículo “Confesiones de un plagiador”: “Hice investigación en un principio, pero después la presión fue un poco asfixiante. Tienes que ir cumpliendo en todos los planos para que puedas seguir siendo profesor, incluyendo una cantidad no menor de artículos de calidad, y obviamente una innovación creativa que yo no estaba haciendo”.
g) En la línea de las propuestas reaccionarias también se hizo pública en El País la carta “Por una cultura académica distinta: propuestas contra el plagio” firmada por 21 académicos en la que se sugieren diversas medidas para prevenir y sancionar el plagio académico, entre otras: un acuerdo interinstitucional de tolerancia cero, adecuación de reglamentos, uso de software de detección y puesta en línea de toda la producción editorial académica y tesis, así como todos los CVs de los investigadores del SNI.
h) Una nota regional: el Consejo Editorial del Anuario de Historia de América Latina reconoció mediante un comunicado que en el artículo “Tierra y mercado: el trigo del campo al molino. La campaña rioplantense en el siglo XVIII”, publicado en su número 50 (2013) bajo el nombre de la española Sandra Olivero Guidobono, existían plagios de dos textos de Jorge Gelman, investigador argentino, como él mismo había denunciado en enero de 2015.
¿Será que la tendencia es contraria al progreso del nuevo paradigma académico en México?, ¿tal vez sean éstas las campanadas que marcan el fin de la época dorada de la plagística?